El queso de los notarios
Por supuesto que en este gobierno la meritocracia ha sido una política seria, coherente y decente, como todo lo que caracteriza al Sr. Uribe.
Uno de los mejores ejemplos ocurrió hace unos días con el nombramiento del nuevo superintendente de Notariado y Registro, doctor Orlando García-Herreros, designación hecha el pasado 24 de marzo, mediante decreto 1002 de 2009.
Esto no sería raro, como no sea por los siguientes hechos, que son absolutamente contundentes. El señor en mención ejerció de manera “interina” y por 20 años como Notario 18 de Bogotá. Esta notaría fue una de las más rentables de la capital, pues allí se “corrían” casi todas las escrituras de Davivienda. ¿Tan suertudo, no? Y pensar que quien lo nombró fue Belisario Betancur en 1985 y nunca lo removieron. Debe ser por eso que quienes lo conocen dicen que es un animal político y que a su casa llegan ministros y presidentes.
Al llegar a la edad de retiro forzoso el ciudadano García-Herreros heredó a su hijo Mauricio Eduardo la notaría pero, para que las cosas no fueran tan evidentes, entonces la notaría del doctor García-Herreros se convirtió en la Notaría 71 que, curiosamente, siguió funcionando en el mismo sitio, con los mismos empleados y mantuvo a sus prestigiosos clientes.
Para cumplir el mandato de la Constitución de 1991, como todo el país conoce, pasaron más de 15 años para que los notarios fueran escogidos por concurso, concurso que no se pudo hacer sino desde 2007 porque los notarios nombrados a dedo hicieron todo el lobby ante el Congreso para que no se reglamentara el artículo correspondiente de la carta.
A eso hay que sumarle que muchos usaron a sus testaferros para que demandaran la nulidad de todas las normas que los gobiernos expedían para acabar con la vagabundería de que los notarios siguieran siendo elegidos a dedo. Cientos de tutelas se presentaron en esa misma dirección.
El hijo del actual Superintendente se presentó a regañadientes al concurso para escoger notarios. Ocupó la posición 190 en Bogotá (que tiene 76 notarías), posición ésta que no lo dejó satisfecho pero que tuvo que acatar. Tal vez si hubiera dedicado más tiempo a estudiar y menos a su actitud querellante, hubiera mantenido su minita de oro representada en la Notaría 71.
Pero como si esto no fuera suficiente, el pasado 16 de marzo, y ante la gravedad del juramento, el doctor Orlando García-Herreros manifestó ante el notario 46 que no tenía inhabilidades ni incompatibilidades, lo que debió hacer para poderse posesionar como flamante Superintendente de Notariado y Registro. Lo que olvidó el doctor García-Herreros es que para la fecha de su juramento su hijo Mauricio era todavía el notario 71, cargo que ejerció hasta el pasado 31 de marzo, día en que se posesionó el nuevo Superintendente.
Qué difícil será que el nuevo Superintendente vigile a los notarios que le ganaron a su hijo en el concurso para acceder a las notarías. El ratón cuidando el queso.