El proceso de paz y el apoyo de EE.UU.
No queda claro si el apoyo del gobierno de los Estados Unidos sea necesario para que las negociaciones entre el Gobierno colombiano y las Farc tengan éxito. Pero la “no oposición” de Washington sí es un ingrediente imprescindible. Con unas palabras críticas u hostiles, un presidente estadounidense puede quitarle mucho oxígeno al proceso de paz, sembrando dudas y fortaleciendo la posición de sus opositores dentro de Colombia.
Dado esto, ¿cómo impactaría en los diálogos el resultado de las elecciones del 6 de noviembre? Parece evidente que un gobierno del republicano Mitt Romney sería más proclive a retirarle el apoyo al proceso. Sin embargo, esa posibilidad es poco probable, especialmente si va en contra de los deseos del presidente colombiano, Juan Manuel Santos. De hecho, la campaña de Romney no ha dicho nada frente a este tema.
Hasta ahora, la Casa Blanca de Barack Obama y su Departamento de Estado han expresado apoyo a los diálogos con las Farc. El presidente Obama y el Partido Demócrata parecen compartir el sentido de que los diálogos merecen apoyo; algunos, sin duda, creen que cualquier solicitud del gobierno de Santos por apoyos concretos al proceso debe ser honrado. Un segundo gobierno Obama seguirá apoyando el proceso, pero menos claro es qué tan rápidamente se agotaría su paciencia si las negociaciones no avanzan.
La posición republicana es menos unificada. Dentro del partido hay gente pragmática que ve los diálogos como la opción más rápida y menos costosa para quitar las Farc del escenario como generador de violencia. Pero hay otros elementos en el partido que rechazan la participación de Venezuela y Cuba, y comparten el punto de vista del expresidente Álvaro Uribe sobre “negociar con el terrorismo”. Entre este grupo está la prominente congresista de Miami Ileana Ros-Lehtinen, presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes.
¿Con cuál facción de su partido se alinearía un presidente Romney? Después de ver el último debate entre los candidatos sobre política exterior, en que Romney buscó distanciarse de la visión neoconservadora, se puede suponer que el exgobernador de Massachusetts apoyaría la iniciativa del presidente Santos. Sin embargo, su apoyo sería más condicionado y su paciencia sería más corta ante cualquier sospecha de dilataciones de parte de la guerrilla. Un gobierno de Romney también sería menos dispuesto a acceder a solicitudes de ejercer acciones específicas a favor del proceso.
De estas posibles acciones específicas, la más probable a surgir —y a presentar un dilema difícil— sería la de liberar a Simón Trinidad, el líder guerrillero extraditado en 2005, a quien las Farc han nombrado en su equipo negociador. Hoy, Trinidad se encuentra en la cárcel de “supermáxima seguridad” construida en una montaña de Colorado, junto con figuras como los conspiradores del 9/11 y Oklahoma City, el famoso Unabomber y exjefes de los carteles de Tijuana y del Golfo.
En el contexto estadounidense, donde ser percibido como “débil contra el terrorismo” es la muerte política, soltar a Trinidad porque las Farc lo quieren sería un paso difícil y riesgoso. Tendría que tomarse como respuesta a una solicitud formal y específica del gobierno de Santos, y probablemente después de haber visto evidencia de que las Farc estén trabajando de manera constructiva en la mesa de diálogos.
Bajo tales condiciones, es posible imaginar a cualquiera de los dos candidatos “tragándose ese sapo” y dejando a Trinidad negociar. Si el gobierno de Colombia dejara claro que terminar el conflicto depende de esta acción, hasta Mitt Romney, el más conservador de los dos candidatos, probablemente cedería.
* Coordinador principal del Programa de Políticas de Seguridad Regional, Oficina en Washington de Asuntos Latinoamericanos, WOLA.