El Presidente y la politiquería

A veces es dificil entender al presidente Uribe: algunas de sus decisiones no resisten un análisis lógico, y uno se pregunta por qué sale con unas afirmaciones desconcertantes.


El tratamiento a Piedad Córdoba es una de ellas. Dado que la senadora ha tenido un indudable éxito en el logro de liberar a varios secuestrados por las Farc, uno esperaría que el Presidente estimulara su colaboración permanente. Pero no, cuando ella avanza en algún proceso de éstos, Uribe la rechaza y le impide que siga con su tarea.

Y lo hace con un argumento menos comprensible aún: que no va a permitir que Piedad y el grupo de Colombianos y Colombianas por la Paz haga “politiquería” con los acuerdos humanitarios. Pero no es claro a qué se está refiriendo Uribe con esa palabra. Máxime cuando Piedad ni siquiera se ha inscrito como candidata a la Presidencia por el Partido Liberal, y entre las personas del grupo que la acompaña tampoco hay una figura que pueda opacar la imagen del Presidente.

Así, pues, descartada la posibilidad de que le compitan en su campaña reeleccionista, no hay una razón aparente que justifique esa actitud negativa que puede dificultar la liberación de secuestrados. Otro argumento puede ser que no quiera que las Farc hagan “politiquería”. Pero él sabe que esta organización la hará así el intermediario sea la Cruz Roja; y que será una “politiquería” que tampoco lo pone en peligro: las Farc están tan justamente despreciadas por la opinión pública que un gesto de este tipo no va a cambiar esa consideración, así lo crean así. Al contrario, la entrega de secuestrados les quita cartas para sus demandas futuras.

Está bien que el Presidente repudie la “politiquería”, pero lo menos que se le debe pedir es que sea consecuente y la rechace en todas sus modalidades. Que le impida, por ejemplo, a su Ministro del Interior que manipule al Congreso para que apruebe la reelección; que no le permita a su ex Alto Consejero para la Paz que le pida a la senadora Marta Lucía Ramírez que abandone su curul porque el llamado Partido de la U necesita el voto para aprobar la reelección. Y que el mismo Presidente se abstenga de asistir a reuniones electoreras con sus partidarios, así el Procurador se haga el de la vista gorda. Estas son acciones de la más clara y burda “politiquería” que contrastan con lo que el Presidente declara constantemente.

Porque si le creemos a Uribe en su rechazo a estas prácticas debemos entender que éstas son repudiables independientemente de que lo beneficien o lo perjudiquen a él: no puede ser que una sea buena y la otra mala.

Esta actitud ambigua no le conviene a la democracia colombiana: es una práctica propia de personajes representativos de las peores tradiciones del país, que contradicen la imagen de un Presidente que se ha declarado representante de un nuevo país, de una nueva ética política. De un Presidente al que los colombianos querrían creerle.

Puede que peque de ingenuo, pero me parece que si el Presidente apoya a Piedad y le pide que continúe con su tarea humanitaria, no sólo contribuye a que haya menos rehenes en las selvas del país, sino que demuestra un talante en el que evidencia que está por encima de las prácticas “politiqueras”. Si así obrara ganaría más credulidad.

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