El pobre Uribe
Opinión:Decía Lula, con razón, que esas reuniones es mejor no tenerlas en público, porque se habla para el público. O sea: no se dice la verdad.
Pobre presidente Álvaro Uribe, él solito contra todos en gavilla en la reunión de Unasur, en Bariloche. Pobre, pero ¿quién le manda? Ah: es que la discusión era justamente esa: le mandan los Estados Unidos. La discusión consistía en saber si la seguridad “contra el terrorismo y el narcotráfico” consiste en ponerse bajo el ala protectora y la garra rapaz de los
Estados Unidos, o no. Uribe dice que sí. Los demás dicen que no. El presidente ecuatoriano Correa dice que “la lógica, la razón y la historia” dicen que no. Y tiene de su lado a la lógica, la razón y la historia.
Es ahí donde reside la soledad del presidente Uribe, pobre: en que su postura está contra la lógica, la razón y la historia (aunque a favor de los Estados Unidos, los cuales, fieles a su costumbre, lo dejaron solo). Los demás asistentes a la reunión de Bariloche podían hablar tranquilos: decían lo que pensaban. Uribe no: Uribe -pobre, pero quién le manda- estaba obligado a decir mentiras.
Decía el brasileño Lula (pues la reunión era así, desabrochada: todos se trataban por su nombre de pila, e incluso al pobre Uribe le decían “compañero”), decía Lula, con razón, que esas reuniones es mejor no tenerlas en público, porque se habla para el público. O sea: no se dice la verdad. Y por eso, coherente consigo mismo, Lula no dijo nada. Pero también con razón decía el peruano Alan García lo contrario: “Que haya luz y taquígrafos”. O sea: que se digan las cosas. Y con razón la chilena Bachelet pedía “transparencia”, y el paraguayo Lugo aseguraba que cuando no hay nada que ocultar las cosas pueden ser dichas.
Y el venezolano Chávez tenía también razón al afirmar, con absoluta convicción y ajustándose a la más sobria realidad, que no hay por qué creerles a los gobiernos de los Estados Unidos, que desde hace ya dos siglos no han hecho más que mentir (como, por otra parte, todos los gobiernos, incluyendo al de Chávez),y que un imperio es un imperio y tiene intereses imperiales. Obviedades, pero ciertas: lo obvio suele ser cierto. Y no tenía razón, pero podía decirlo con toda impunidad, porque la demagogia patriotera suele ser impune, que si San Martín y que si Bolívar y que si Artigas y que si el Arauca vibrador.
Y más razón que ninguno tenía el ecuatoriano Correa cuando explicaba, esta vez sin descomponerse, que donde hay guerra es en Colombia, y no en los vecinos; y que donde se produce droga es en Colombia, y no en los vecinos; y que la definición de quién es narcotraficante y quién es terrorista no se puede dejar al arbitrio del gobierno de los Estados Unidos porque cualquiera puede acabar siendo definido así, si a los Estados Unidos les conviene.
En cambio el pobre Uribe… Al pobre Uribe le tocaba decir, a sabiendas de que lo que decía no era cierto, que entre los Estados Unidos y Colombia hay “igualdad soberana”, por ejemplo. Y que las bases militares no son bases militares. Y que la guerra contra el narcotráfico se va ganando, gracias al “esfuerzo eficaz” y a la “colaboración útil” entre los gobiernos de Colombia y los Estados Unidos. Y que Colombia “respeta su Constitución” (¡que lo diga él, que la ha cambiado dos veces…!) y por eso no habrá “tránsito de tropas”. Y que la transparencia (¡que lo diga él…!) es condición necesaria de la legitimidad. Y que “estos flagelos”, y que “la protección ecológica de la Amazonia”, y que patatín y que patatán.
Al lado del pobre Uribe estaba sentado el aún más pobre canciller Bermúdez, a quien le temblaban las manos, pobre.
Escribo esta columna sin saber en qué paró la cosa, porque la tengo que entregar ya. Y los Jefes y Jefas de Estado reunidos en Bariloche (porque, eso sí, la verdad no importará, pero la corrección de género es sagrada) acaban de decidir hacer un receso. Pero no creo que pase mucho -salvo en el caso de que el pobre Uribe tome la salida que le sugirió el peruano García: salirse de Unasur-. Así que la reunión, más que por lo que en ella se dijo, se puede describir por lo que en ella se vio. Y lo que se vio es que mientras el pobre Uribe peroraba, los demás presidentes estaban almorzando. Y que mientras todos los demás bebían agua, el pobre Uribe y su pobre canciller tomaban Coca-Cola, la nuestra.