El fracaso del Plan Colombia

La cantidad de cocaína que llega a Estados Unidos es la misma que hace nueve años y su precio no ha aumentado (no es más escasa).

Y Colombia produce, más o menos, las mismas 600 toneladas de cocaína que en el año 2000 (el área sembrada disminuyó, pero la productividad de los cultivos de coca aumentó en la misma proporción). La lucha contra las drogas del Plan Colombia fue un fracaso.


Este es uno de los resultados de una serie de documentos elaborados por el economista Daniel Mejía, PhD de Brown University, financiados por Fedesarrollo, un verdadero aporte a la discusión de uno de los problemas centrales de la vida colombiana.

Mejía demuestra que una de las principales causas de este fracaso es la inelasticidad de la demanda de la cocaína en Estados Unidos: el consumo se mantiene relativamente inalterado cuando los precios suben o bajan. Otro hecho que contribuye a este resultado es la relativa poca importancia de la tierra en la producción de coca, en buena parte por su enorme abundancia y disponibilidad en Colombia. Son mucho más relevantes otros factores e insumos clave: las rutas del tráfico, la tecnología de transporte y lavado de dinero.

En cuanto a la política antidrogas, los pobres resultados se atribuyen en buena medida a la mala asignación de los recursos. Mejía demuestra que aunque hubiera sido más eficaz que el grueso de los dineros del Plan se dirigiera contra el narcotráfico (interdicción, destrucción de rutas, por ejemplo), la mayoría se orienta a la lucha contra la producción y erradicación de cultivos (una lucha estéril por la gran disponibilidad de tierra apta y, sobre todo, por el aumento de la productividad de las siembras).

De esa mala asignación, gana Colombia, un país ahora más interesado en luchar contra la guerrilla, productora de coca, que contra el narcotráfico, una actividad realizada por personas que ya no desafían abiertamente al Estado. Pierde Estados Unidos porque, al permitir que llegue más coca a su país, bota su plata.

Colombia sí puede mostrar, nueve años después del inicio del Plan Colombia, que su situación de seguridad mejoró enormemente: hay menos secuestros, asesinatos y ataques contra la población civil. Esta es la base de la popularidad de la seguridad democrática.

Probablemente uno de los subproductos negativos de este éxito es que, a diferencia de la época en que Colombia y Estados Unidos atacaron y destruyeron a los narcotraficantes más connotados (léase Pablo Escobar y sus lugartenientes), ahora los narcotraficantes que no desafían al Estado tienen un mayor margen de acción y tolerancia dentro de la sociedad. Lo mismo podría estar pasando con algunos productores de cocaína, atomizados y dispersos, que no pueden o no quieren enfrentar militarmente a las instituciones.

Aunque Estados Unidos puede aparecer como perdedor, su gobierno, al menos el de Bush, podría estar satisfecho. Es posible que después del 11 de septiembre de 2001 hubiera tolerado que el gobierno de Colombia se centrara en su lucha contra fuerzas denominadas como terroristas, aliadas con gobiernos antiamericanos, incluso si el costo hubiera sido permitir que llegara más cocaína a Estados Unidos.

El trabajo de Mejía debe ser de obligada lectura para todas las personas de la academia o de la política interesadas en los problemas colombianos. Ver www.webpondo.org/dmejia/research.html