El dinosaurio, ahí
De manera hábil, Ejecutivo y fuerza pública hicieron demagogia con la tolerancia, en discursos y cuñas televisivas, al sagrado derecho a protestar, pero antepusieron el miedo y el amedrantamiento para estigmatizar las movilizaciones sociales como nichos de violencia o estorbo.
Y volvió a suceder. Como ya es rutinario, el periodismo “le compró” no sólo la agenda, sino el lenguaje al Gobierno a la hora de hablar del paro. De modo que hoy los ciudadanos “se enteran de lo que está sucediendo” en términos de trancones.
De manera hábil, Ejecutivo y fuerza pública hicieron demagogia con la tolerancia, en discursos y cuñas televisivas, al sagrado derecho a protestar, pero antepusieron el miedo y el amedrantamiento para estigmatizar las movilizaciones sociales como nichos de violencia o estorbo.
Al tiempo, de manera más que ingenua, el presidente Santos se alegró de que el paro no hubiera sido lo esperado, desafío al que sindicatos y gremios respondieron sumándose a las marchas y protestas.
También las manifestaciones del Polo y Marcha Patriótica fueron narradas desde el encuadre preferencial, y no colateral, de trancones y vías cerradas, haciéndolos ver como “lo otro”, lo disfuncional.
El presidente fue más allá, responsabilizó a la misma población de estar en contra de la protesta, cuando agradeció “su participación, tan constructiva y oportuna”, no para buscar soluciones, sino para que las autoridades pudieran actuar. Divide y…
Así, Santos jugó a lo que pretendía criticar: Esas declaraciones son bloqueos a las vías de diálogo.
Y como si fuera poco, la desinformación cerró el círculo: Mientras el Invías hablaba de más de una docena de puntos críticos, la policía minimizaba los hechos a lo acaecido en Boyacá.
Y no es que el gobierno tenga que ponerse de parte de los inconformes, sino que se va al extremo obligando a los manifestantes a hacer lo mismo, sin una masa crítica e informada en el centro, que permita acercamientos.
El resultado de la suma de agendas y adjetivos es lamentable. Se pasó del interés al fastidio y de allí a la indiferencia. Sí, el diagnóstico de siempre en lo político y en lo mediático: El dinosaurio, ahí.
http://www.elespectador.com/opinion/el-dinosaurio-ahi-columna-441239