El conspirador extranjero detrás del paro
MAURICIO CABRERA GALVIS
Cali, Diciembre 8 de 2019
Cuando en Colombia llevamos más de dos semanas de manifestaciones sociales, paros, marchas, cacelorazos y hasta conciertos sinfónicos de protesta, sigue la discusión sobre si esta explosión social sin antecedentes es un fenómeno con motivaciones puramente domésticas, o si detrás de ella hay manos extranjeras, por ejemplo infiltrados del Foro de Sao Paulo, que promueven las protestas tanto en Chile como en Colombia.
En general no soy amigo de las teorías conspirativas, pero en este caso si creo posible que haya un agitador extranjero, muy peligroso por cierto, por la capacidad de influencia que tiene no solo en Latinoamérica sino en otras latitudes donde también ha inducido protestas.
No pretendo reclamar ningún crédito por desenmascarar a este alborotador profesional, pues su nombre ya se hizo público en un mensaje que se volvió viral en las redes sociales: “no demoran en decir que el promotor del paro es un extranjero de apellido Gini, quien con su índice desestabiliza el país”.
Corrado Gini fue un estadístico italiano que murió en 1965 y que desarrolló un índice para medir la desigualdad en la distribución de los ingresos y la riqueza. El índice va de 1 a 100, y el valor de Uno corresponde a la perfecta distribución donde todos tienen por igual, mientras que 100 representa la desigualdad total donde una persona es el dueño de todo.
Este índice se ha vuelto subversivo por dos razones: primera, porque en casi todo el mundo viene creciendo pues la desigualdad se ha agudizado desde que se implantaron las políticas neoliberales desde los años 80 del siglo pasado. Colombia tiene una mayor concentración del ingreso que hace 60 años, y hoy tiene un índice de 53 que, si bien disminuyó un poquito en el segundo gobierno de Santos, sigue siendo el peor de Suramérica, que es la región más desigual del mundo. En materia de distribución de la riqueza los índices son casi obscenos: 88 en la propiedad de la tierra y 97 en la de los depósitos bancarios.
La segunda razón es que, más allá de índices que pueden ser desconocidos por la mayoría de la población, los cierto es que la gente hoy ve, vive y siente más la desigualdad, por la rápida difusión de las noticias y las redes sociales. Antaño un campesino, seguramente analfabeto, sabía que los patrones se vestían mejor, tenían carro y que en la casa de la hacienda había nevera y no tenían que cocinar con leña, pero hasta ahí llegaba su percepción de la desigualdad.
Hoy un obrero puede ver en la televisión que hay ricos y famosos que compran carros que valen más de lo que el se puede ganar en toda su vida, a pesar de haber terminado bachillerato; en Youtube conoce mansiones que valen miles de millones de pesos, mientras él no puede pagar la cuota de la casa VIS, a pesar del subsidio que recibió. ¿Qué rabia puede sentir al ver en Facebook que una persona se gasta 2 millones de dólares en una botella de whisky y a él el salario no le alcanza hasta el fin de mes?
En Colombia o en Chile la pobreza puede haber disminuido, pero la desigualdad no solo ha aumentado sino que es más visible, más hiriente, más injuriosa. Gini mide esa desigualdad y por su culpa millones salen a la calle a protestar.