El censo de Palacio
Contra lo dicho por el ministro Palacio, el papá del Presidente no está en el censo electoral.
Dos mentiras del ministro de Protección Social, Diego Palacio, quedaron en evidencia esta semana. La periodista Cecilia Orozco, en su columna de El Espectador, demostró que el señor Ministro faltó a la verdad en su propósito de desprestigiar el censo electoral. El gobierno ve ese censo como otro de los obstáculos legales -a demoler- en el camino de la segunda reelección.
El ministro Palacio aseguró hace unos días que “el país tiene enormes dificultades de información en cuanto a la identificación de la población. Hoy en el censo electoral el papá del presidente Uribe aparece y, como él, Álvaro Gómez aparece en el censo electoral”.
Sin embargo, una pequeña pesquisa en documentos y sitios públicos, a los cuales tiene acceso cualquier colombiano, incluido el distinguido titular de la cartera de Protección, comprueba que lo que él dijo no es cierto.
El asesinado padre del Presidente de la República, el señor Alberto Uribe Sierra, usó en vida la cédula de ciudadanía 718956.
Esta información la puede obtener el señor Ministro, por ejemplo, en el Registro Nacional Aeronáutico donde una compañía de la cual era socio el señor Uribe Sierra figura como propietaria de un helicóptero incautado en el complejo coquero de Tranquilandia.
La operación tuvo lugar después del trágico fallecimiento del señor Uribe Sierra, por lo tanto los responsables legales del paradero de esa aeronave son sus herederos, incluido su hijo Álvaro. Pero al margen de este episodio -tantas veces ignorado- es un hecho que allí puede encontrar la cédula del papá del Presidente.
Aun si esa pista resultara insuficiente para el Ministro, o no quiere molestar a su jefe preguntándole ese mínimo dato, con un poco de diligencia puede ensayar otra vía para hallar el número de identificación.
Puede, por ejemplo, examinar la sucesión de bienes de don Alberto Uribe Sierra. Un proceso llevado con ejemplar dedicación por un abogado llamado Mario Uribe Escobar. La revisión de estos documentos le permitirá, de paso, al señor Ministro renovar su admiración por los herederos de don Alberto, que han sabido multiplicar prodigiosamente los exiguos bienes de fortuna legados por su padre que -contra la creencia extendida- no dejó tanto como algunos pretenden.
Por esta, o por cualquier ruta que escoja, obtendría el número ya mencionado y de ahí en adelante bastaría con entrar a la página oficial de la Registraduría en Internet (www.registraduria.gov.co). Teclear el número en la casilla dedicada del Registro Nacional de Votantes y darle Enter para, segundos después, obtener la siguiente respuesta: “NO SE ENCUENTRA EN EL CENSO PARA LAS PRÓXIMAS ELECCIONES”.
Es decir que, contra lo dicho por el ministro Palacio, el papá del Presidente no está en el censo electoral.
El caso del doctor Álvaro Gómez Hurtado resulta igualmente sencillo. Basta acudir a los archivos electorales para encontrar su cédula en las diferentes inscripciones de sus campañas. O preguntarla en el Senado de la República, donde ocupó una curul, o en los documentos de la Asamblea Nacional Constituyente. En cualquier caso, el ministro Palacio sabría que Gómez Hurtado fue titular de la cédula de ciudadanía 92, una de las primeras expedidas con la numeración hoy vigente.
Siguiendo el mismo procedimiento en la página de la Registraduría, el doctor Palacio encontraría que el ciudadano Álvaro Gómez Hurtado no se encuentra en el censo para las próximas elecciones y que su documento fue cancelado por muerte.
El Ministro de Protección debería encauzar sus inquietudes estadísticas a los sectores de Trabajo y Salud, que están bajo su responsabilidad.
Podría buscar respuestas, por ejemplo, a miles de jubilados del Estado cuyas semanas de cotización desaparecen de los archivos y deben emprender largos pleitos para que les reconozcan su pensión, lo cual a menudo sólo sucede de manera póstuma.
O a los enredos de cuentas entre gobierno, empresas prestadoras de salud EPS y usuarios, donde por regla general pierden los últimos.
Sin embargo, al Ministro parece satisfacerlo más la gratitud del poderoso que la de los desvalidos.