El caso de la Familia Restrepo
Una nueva forma PARA asegurar la impunidad y la pacificación
Familiares de algunas de las víctimas de tortura, de desaparición forzosa, asesinato selectivos o masacres del último año en el departamento del Valle, en este caso familiares de los Hermanos Restrepo Mejía han solicitado a nuestra Comisión de Justicia y Paz, hacer pública su expresión de dolor, de indignación frente a las violaciones sistemáticas de derechos humanos en la región en medio de la reingeniería paramilitar –desmovilización- y de la nueva fase de la construcción del paraestado.
Su carta una expresión de denuncia sobre la sofisticación del crimen en el Valle es parte de una serie de hechos encubiertos o desfigurados a través de estructuras criminales encubiertas como estrategia de Estado. Las fosas comunes hoy son el mecanismo que asegura la impunidad, el ocultamiento de las víctimas, la negación del derecho a la verdad, y la destrucción de pruebas, la negación de las motivaciones inconfesables de los victimarios. La fosa común se erige como un mecanismo y técnica de terror que pretende negar la identidad de la víctima, la palabra del testigo pues se constituye en monumento a la fuerza del poder, se impone como expresión de aleccionamiento, de disciplinamiento y de terror.
La fosa común es el climax de un ritual macabro. En muchas ocasiones, se inicia con las intimidaciones, las amenazas y el chantaje. Se pasa luego a la retención ilegal o la desaparición forzosa. Se combina la tortura psicológica de cavar su propio lugar de entierro con la tortura física con sevicia o el tiro de gracia.
La fosa común es ahora un mecanismo privilegiado de negación de la víctima y del Terror de la estructuras creadas al ampara del Estado. Hoy por ejemplo, en el solo municipio de Trujillo han sido conocidas 16 fosas comunes. Allí se encuentran restos de decenas de vecinos o de seres queridos, a quiénes los paramilitares han enterrado en canchas de fútbol, en prados al lado de escuelas, o en las haciendas donde se ubican las bases paramilitares.
El caso de los Hermanos RESTREPO, una voz que enuncia, denuncia, afirma, devela lo que hoy ocurre en El Valle con el mecanismo de ocultamiento, represión de fosas comunes. Como la de decenas de testimonios de Trujillo, de Sucre, del Meta, Cauca, Putumayo, Valle, Chocó. En ellas reposan las pruebas no contadas, no dichas de millares de víctimas de Crímenes de Lesa Humanidad desde el 2003 hasta hoy en medio de la desmovilización paramilitar. La palabra un primer ritual de la vida. Sigue la exhumación. El derecho a enterrar. El derecho a la justicia y a la Reparación Integral.
Adjunto, la carta de los familiares de la familia RESTREPO MEJIA
Cali, mayo 3 de 2005
OTRA MASACRE DE LESA HUMANIDAD: LA DE LOS TRES HERMANOS RESTREPO MEJÍA
Queremos manifestar nuestro dolor, denunciar y exigir una investigación por la masacre descubierta el 18 de marzo de 2005 en cercanías de Galicia zona montañosa del municipio de Bugalagrande, donde fueron encontrados siete esqueletos a la intemperie, fusilados en el mes de enero. Tres de ellos resultaron ser los hermanos Luis Guillermo, Camilo y Oscar Restrepo Mejía, quienes habían sido secuestrados el 10 de enero en la vía a Galicia.
En el corregimiento Galicia, municipio de Bugalagrande, Valle del Cauca, Colombia, el 19 de diciembre del 2004 se desmovilizaron 500 hombres del Bloque Calima de las Autodefensas Unidas de Colombia. A.U.C . En lo que va del presente año se han encontrado cerca de 20 fosas comunes, las autoridades tienen reportadas alrededor de 300 personas desaparecidas y ajusticiadas en la región en los últimos 3 años. Se han identificado líderes comunales, sindicalistas, propietarios, campesinos, niños, mujeres y ancianos. Algunos esqueletos estaban descuartizados con motosierra. Los macabros hallazgos se realizaron a 8 kilómetros de Galicia [[Fuente: El País, en su página de Internet, miércoles 16 de febrero de 2005]] .
La confusión creada por las versiones acerca de los hechos ocurridos y el silencio que se teje alrededor de la investigación deja sin explicación el porqué de los acontecimientos. Sólo se tienen los testimonios familiares, las conjeturas hechas por los medios de información, las autoridades y los rumores. Es necesario conocer y aclarar las circunstancias en las que los hermanos Restrepo Mejía, junto con otras cuatro personas fueron retenidas-secuestradas y finalmente masacradas.
Como sociedad civil, familiares y dolientes de este cruel asesinato exigimos un informe del Cuerpo Técnico de Investigación de la Fiscalía (C.T.I), que responda a la verdad, se haga justicia y haya reparación.
Los hermanos Restrepo Mejía con otros familiares se encontraban pasando el puente de Reyes en Bugalagrande, en una antigua finca de la familia, de la que Camilo era su administrador. Él estudió Zootecnia en la Universidad Nacional, se especializó en ganadería y agricultura, oficios que aprendió con pasión de su padre y abuelo, finqueros de tradición. Ejerció su profesión organizando y administrando las fincas de sus familiares. Su carisma y honestidad en el trabajo, sus muchos saberes para criar y levantar ganado vacuno, le permitieron el reconocimiento de numerosas personas del medio; propietarios de fincas y comerciantes solicitaban sus servicios y asesoría para avaluar semovientes en diversos sitios del país.
Fue un entusiasta curioso por la vida, su respeto por las personas, su amor por la tierra, las plantas, los animales, lo hacían un ser especial. Hermano de las mujeres, amante de la poesía, del teatro, de la pintura, de la libertad, practicante de Aikido; alma singular para darse y regalar todo en amistad.
Camilo había sido recientemente contratado por el señor Diego Soto para hacer el avaluó de un ganado que recibiría en pago de una deuda, en una finca vecina de Bugalagrande. La dueña de la finca y del ganado, la señora fabiola Gallardo le manifestó por teléfono a Camilo su satisfacción por haber sido él, el perito escogido y su confianza por el justo precio que él, dada su reconocida honestidad le daría a su ganado. Camilo creyó en la buena fe de estas personas y en lo correcto y legal de la transacción.
El lunes festivo 10 de enero la familia Restrepo estaba desayunando cuando Soto llegó con su chofer a recoger a Camilo para el avalúo del ganado. Camilo espontánea y desprevenidamente convidó a Luis Guillermo y a Oscar. Ellos además de hermanos eran buenos amigos: Luis Guillermo con su recursiva inteligencia, su valentía contagiosa para enfrentar la vida y su poderosa hermandad. Oscar con su dadivosidad, su equilibrio, su fino humor, hacían parte de una tribu paisa-valluna de 13 hermanos, unida por los vínculos del afecto, la solidaridad y las duras experiencias en la infancia a la muerte del padre. Comunión que se fortaleció en todas las esferas de la existencia, en el trabajo, en la crianza de hijos y sobrinos, en el cuidado de la madre, las hermanas, los tíos, la familia toda, en las buenas y en las malas, el espíritu de la fraternidad y sororidad era el sentimiento familiar que los unía.
Los tres hermanos sin temor alguno se fueron a ver las vacas en sandalias, sin documentos de identidad, sin un alfiler, pensaban volver pronto. No sospechaban que iban a una cita sorpresiva con los “Señores de la Guerra y de la Muerte”.
La madre de los Restrepo, dos hermanas de ellos, la tía propietaria de la finca, la esposa de Oscar, su bebé y el tío abuelo, los esperaron impacientes y extrañadas de la tardanza a las 6:00 pm, enviaron dos trabajadores a buscarlos. Estos regresaron con la razón que les dieron unos hombres armados en el camino a la finca vecina: “Dígales a las señoras que a ellos se los llevaron, que todo va salir bien, que el señor Soto arregla el asunto, que se regresen para Cali y que no informen a las autoridades”.
La familia de Soto dijo que los secuestradores pedían $350 millones de pesos, que en cosa de días serían liberados los retenidos; tres días después la familia Restrepo Mejía denunció el secuestro ante las autoridades . El plagio parecía ser un secuestro extorsivo.
Fueron dos largos meses de zozobra, silencio, espera, llamadas, plegarias, mensajes en los programas radiales para las personas secuestradas. Empezaron los rumores de que los secuestrados de Galicia habían sido asesinados, y en dos o tres ocasiones la familia sobrevivió a la congoja de identificar cadáveres hallados por esos días en fosas comunes en el Norte del Valle . Sin embargo la familia confiaba plenamente en que los tres hermanos estaban vivos, pues ellos sólo podían merecer la gracia de una pronta concertación y ser liberados.
El 18 de marzo con el corazón deshecho, las tripas revueltas y el ánimo zozobrado los familiares y dolientes de los Restrepo Mejía tuvieron que aceptar la escabrosa noticia a voces y de la prensa oficial afirmando que tres de los siete últimos masacrados en las montañas del corregimiento Galicia y encontrados ya esqueletos sobre la tierra al sol, al agua y devorados por los animales, eran los bien amados hermanos Luis Guillermo (47 años), Camilo (44 años) y Oscar Restrepo Mejía (41 años). Los otros cadáveres fueron identificados como el señor Soto, su conductor Arbey Mosquera y dos vaqueros cuyos nombres desconocemos.
Al parecer Soto estaba sentenciado a muerte y el negocio con la señora Gallardo fue un ajuste de deudas pendientes entre y con “Los Señores de la Guerra”. En esa redada narcoparamilitar fueron fusiladas sin misericordia seis personas más, que nada debían a estos señores. Alguien dijo que habían sido sacrificados para que la población civil “escarmiente y se fije con quien se mete”. Los asesinos hicieron aparecer el hecho como un secuestro extorsivo para despistar, ganar tiempo, cubrirse la espalda y no dejar huellas de lo que fue retención y masacre de personas inocentes llevadas como corderos al matadero.
La masacre de los tres hermanos Restrepo Mejía deja en sus dolientes una herida abierta de par en par, cuando piensan en el lapso de angustia, humillación y vejación a que fueron sometidos antes de ser asesinados tan cruel e impunemente. Y cuando piensan en lo inaudito de que ellos tan buenos, tan sanos, tan pacíficos, tan maravillosos, hayan sido carne de infamia y de cañón.
La violencia de nuestro país hace parte de la violencia del mundo, del mundo gobernado por el dinero, dinero que se gana con las guerras, el saqueo, el tráfico de drogas, de armas, de mujeres, de combustible, de influencias, de poder. En el contexto de estas violentas guerras sin cuartel ni reconocimiento político, la justicia se esconde en los trámites burocráticos, el ejército oficial se confunde con los ejércitos particulares, las redes de informantes con los paramilitares, las sentencias las ejecutan sicarios al servicio de “los Señores de la Guerra” con sus oficinas de cobro, soborno, extorsión, secuestro, su sangrienta codicia por los territorios cocaleros, por la tierra ganadera, por las riquezas; todo esto ha polarizado los conflictos y desbordado la crisis humanitaria en Colombia con crímenes de lesa humanidad.
En la actualidad no hay paz sobre la tierra y mucho menos buena voluntad entre los hombre armados para vivir y dejar vivir con dignidad la vida.¡Que el bendito equilibrio sea ya en la tierra y en nuestro país y en nuestras casas!
Dolientes de los hermanos Restrepo Mejía.