El cansancio nacional
Era predecible, la sobreexposición y abuso mediático de la figura de Uribe y lo que representó durante estos siete largos años está infectada del síndrome de eso que en ingeniería política llaman fatiga de los materiales.
El país de las maravillas
Prueba de ello es la sublevación de la clase política en sus dos vertientes: la del golpe de mano que trituró la coalición uribista, originado en el maltrato como lo denunció el nuevo presidente de la Cámara, o en la angustia existencial que confesó Héctor Helí Rojas por tener que votar por lo que el uribismo decía, o en lo inaguantable que hubiera sido, como apuntó Gustavo Petro, un paisa más mandando. Y la sublevación generacional que va desde la frentera de Pardo y Vargas Lleras, hasta la más soterrada de Fajardo y Santos, pasando por la afectada de la eterna Noemí.
Indicios de ese hastío ya los habían dado los renunciados del primer sanedrín que presentían el colapso por las cargas dinámicas cíclicas de cada escándalo, y el alto mando militar que se cansó de que el Gobierno se quedara con los éxitos y ellos con los procesos judiciales, la mala imagen y los regaños. (No parece coincidencial el derrumbe de todas las cifras de este semestre en la lucha contra grupos armados, como revela Semana).
Hay que sumar a los que cansados de la politiquería, clientelismo, corrupción y especialmente del descaro, hoy son ex uribistas arrepentidos, y a seis de cada diez colombianos, como dicen ahora las encuestas, también fatigadas del rol inútil de solución de parche para los quiebres irreversibles del actual gobierno, de su discurso monotemático y obsesivo centrado en “la far” y de su espíritu pendenciero y altisonante frente al disenso. Para colmo ponen la cara Luis Carlos Restrepo y Valencia Cossio.
Amenaza pues la ley de la selva en estos 376 días restantes. Tarde le damos la razón a Bernard Shaw, quien recomendaba que “a los políticos y a los pañales, hay que cambiarlos con mucha frecuencia… ¡y por las mismas razones!…”.