Eduardo Umaña Mendoza

Y hoy 13 años después, entre los vacíos de la memoria, el paso del tiempo, entre los avatares de la pesada cotidianidad, entre la sobrevivencia y las oportunidades, entre lo que no da espera y lo que es la esperanza, ciertamente como lo dijiste, es vigente: “Más vale morir por algo, que vivir por nada”. Cuando se debe tejer y postergar hasta la estabilidad de la propia vida


Memoria e Impunidad

18 de abril de 1998 18 de abril de 2011
13 años de Crimen de Estado en Impunidad

Ayer en la tarde, entre la luz empañada con gotas lentas de lluvia, estaba la silla vacía. Sigue siendo de madera, ya no es de color azul es de color café, enfrente ya no hay un Telecom, ya se privatizó, sigue una fuente de agua, con menos fuerza que la original, pero aquellos días, antes de tu asesinato, no había agua, ahora algo fluye, hay esperanza. Esa plaza en el barrio del nombre de un pontífice progresista, si vemos lo que hoy es papado, ese barrio que guarda muchos recuerdos.

Volvimos en la memoria, con esa lluvia molesta, que no es rocío ni aguacero, evocando aquellos días de lluvia en el alma. El alma del que llora a escondidas o a hurtadillas, no era la fortaleza del derecho, era la humanidad plena.

Tu llorando con un cigarrillo, por los amigos ausentes, por los que nunca respondieron llamadas, por los que usaban los escritos, por los que decían mentiras para excusarse, por los que traicionaron los sueños, por el afecto no manifiesto a la familia. Llorando como se llora de niños, por el amor, por la pasión, por el terror. Denunciaste el plan del crimen, nos dijiste, “si paso de mayo, viviré más allá de diciembre”. Lo mismo lo compartiste en tu casa oficina. Parece que escucharon la conversación en esa silla, quisieron impedir que todo se develará con el caso de la USO, o los familiares de los Desaparecidos del Palacio de Justicia, o en el de Hernándo Pizarro, o los casos de la Unión Patriótica. Siempre detrás militares, y por supuesto los beneficiarios políticos y empresarios que ellos protegen.

Por eso, la investigación desde el comienzo se orientó para evitar que los victimarios materiales y los beneficiarios fueran identificados. Los militares permanecieron protegidos en la brigada 13 y la brigada 20, en los procesos judiciales que participabas, se descubre la maraña de los victimarios, que nunca quiso ser desenmascarada. Empresas y empresarios, fuerzas armadas y militares y los integrantes de la estrategia paramilitar. Todos quedaron protegidos, blindados en la ineficacia judicial. La impunidad jurídica es parte de nuestra institucionalidad.

Pero ayer y hoy lloramos contigo. No por esa impunidad, que ya se institucionalizó en los crímenes de Estado, en la corrupción que esta posibilita, en el enriquecimiento ilegal y legal con el exterminio de habitantes rurales que se viene consolidando con las “buenas formas” y la cirugía del terror.

Lloramos ante la impunidad social, ante la impunidad política en que vivimos, incluso en tu nombre. Esa que sostiene la exclusión, la feliz experiencia de ser dominados, de sentirnos satisfechos por ver tirar las migajas o recibir las migajas. Impunidad que lleva el pueblo que mata al propio pueblo, el pueblo que adora a múltiples mesías, los que se enriquecen sin medida alguna, sin pudor y sin ética, a nombre de la seguridad.

A veces, seria preferible olvidar, porque son desoladoras las pugnas intestinas que a nombre de muchas memorias se hace, cuando se emulan las causas, las luchas de los pueblos, las luchas por los derechos humanos, eso no tendría cabida, pero la imagología y el mundo del poder mediático no da tregua, ni respeta los fines.

Por eso recordamos, de vez en cuando, lo que expresaste a muchas y muchos niños de “bien”, en la Universidad Javeriana, que están por ahí, intentando construir otro país, al margen del enmarañado mundo de los defensores de derechos humanos, sin aspavientos y en silencios, recuerdas: “La lucha por los derechos humanos es un encuentro de soledades”. Cierto, que solos a veces nos encontramos. En estos 13 años te atajamos en los fragmentos de nuestra débil memoria. Nos atamos a la memoria que vive en Patricia, Chely y Camilo.

Comisión Intereclesial de Justicia y Paz