‘Diálogo con las Farc debe ser afuera y en secreto’: Andrés Pastrana

Ex presidente analiza llamado que esta semana hizo ‘Timochenko’, el líder de las Farc. Entrevista.

Esta semana, el nuevo jefe de las Farc, Rodrigo Londoño Echeverri, alias ‘Timochenko’, sorprendió al país al plantear abiertamente la necesidad de volver a la mesa de diálogo y de recuperar la agenda del proceso de paz del Caguán. El ex presidente Andrés Pastrana, que durante 42 meses intentó alcanzar la paz con esa guerrilla, entre 1998 y el 2002, conversó con EL TIEMPO sobre el significado de este pronunciamiento y los escenarios que podrían configurarse si este tema prospera.

¿Qué valor le concede al mensaje del jefe de las Farc?

En los dos meses que lleva como jefe de las Farc ya ha emitido tres comunicados y, por lo tanto, creo que ahí hay una señal. Ahora, todo esto será inútil si las Farc no tienen un gesto contundente de paz con el país, que para mí tiene que ser la liberación de todos los secuestrados, incluidos los civiles. Antes de sentarnos a una mesa de negociación, las Farc deben ponerle fin al secuestro como un arma de guerra: ese es el gesto que esperamos los colombianos.

Mucha gente ve con gran inquietud que las Farc quieran volver a la agenda del Caguán…

Volver a la agenda del Caguán no es volver a la zona de distensión; son dos cosas distintas. Además, los colombianos tenemos claro que no podemos volver a insistir en zonas de distensión: primero, porque ya fracasamos en esa experiencia y, segundo, porque la ley las prohíbe. Dicho esto, me parece importante que ‘Timochenko’ hable de la necesidad de retomar la agenda del Caguán.

¿Por qué?

Porque allí hay un trabajo adelantado -no por Andrés Pastrana, sino por el Estado colombiano- y por el punto en que quedamos cuando se rompió aquel proceso: teníamos avanzado, en casi un 80 por ciento, el tema del cese de hostilidades, de la liberación de los secuestrados y una hoja de ruta. Así que si miramos las cosas fríamente, ‘Timochenko’ y Santos coinciden: el Presidente pide gestos convincentes y el líder de las Farc pide retomar una agenda que, para desarrollarse, exigía justo esos gestos que hoy piden Santos y el país.

¿Cómo evalúa el manejo que el presidente Santos le ha dado al tema de la paz? ¿Transitamos por el camino correcto?

Hasta el momento está haciendo lo que tiene que hacer. Mientras no haya hechos concretos de paz, tiene que continuar con la política militar.

La teoría más extendida es que las Farc están muy acorraladas y desprestigiadas y que necesitan urgentemente la mesa de diálogo para reducir la presión militar sobre ellas y para recuperar terreno político. ¿Lo ve así?

Efectivamente, todos esos elementos están sobre la mesa, pero por lo mismo; las Farc deben entender que esta es una buena oportunidad para comenzar a estructurar una solución negociada de un conflicto que debe terminar. Ahora, un eventual diálogo no implica que vayamos a descuidar nuestro Ejército; no habrá una zona de distensión, y un eventual cese del fuego estaría acompañado por una verificación internacional.

Con el ejemplo tan fresco de la renuncia a la violencia por parte del grupo terrorista vasco Eta, debo preguntarle: ¿qué tan viable ve el camino de olvidarse de cualquier diálogo de paz y mantener la presión militar hasta que a las Farc no les quede más remedio que ‘tirar la toalla’?

Es el escenario que hemos tenido hasta ahora en Colombia: el de la guerra. Y si no nos queda más remedio, seguiremos por esa senda, quién sabe por cuántos años más. Pero ojalá se abra el camino de la paz, que es lo que queremos todos los colombianos. El presidente Santos lo ha dicho reiteradamente: aquí no se ha botado la llave de la paz. Depende de las Farc.

¿Cómo romper esta dicotomía en la que, si bien sabemos que tarde o temprano habrá que llegar a una negociación política para poner fin a este largo conflicto, al mismo tiempo tenemos una desconfianza enorme frente a la posibilidad de que las Farc se burlen nuevamente del país?

La clave está en los gestos, que deben ser contundentes e inequívocos y que son fundamentales para crear la confianza necesaria.
Todo el mundo habla de la necesidad de un gesto que dé prueba inequívoca de la voluntad de paz de las Farc. Pero si ese gesto llegara a producirse, ¿qué tan preparado está el país para ir a una mesa de diálogo?

Creo que estamos muy preparados. Las experiencias de los últimos años nos han dado un conocimiento mucho mayor de la problemática y eso ayudará. Ahora, me preocupa que cada vez que se abre el tema de un eventual diálogo se generen reacciones tan violentas en contra de una salida política. Y debo añadir que también me preocupa que cuando un ex guerrillero destapa un caso de corrupción en el Congreso o en una asamblea local, lo primero que se le dice es que él no está en capacidad de señalar a nadie porque ‘tiene las manos manchadas de sangre’. O los colombianos estamos dispuestos a perdonar y a mirar hacia adelante o aquí no habrá paz.

¿Y cree que las FF. MM. aceptarían fácilmente un escenario de diálogo en un momento en el que les están dando a las Farc los peores golpes de su historia?

El fin último de la guerra es la paz, y si el proceso se da con unas garantías que brinden tranquilidad y confianza a las Fuerzas Militares, pero también al país, no veo por qué no lo apoyarían. La garantía de que no habrá abusos es clave y aquí la comunidad internacional puede jugar un gran papel, como garante y apoyo.

¿Qué errores de la época del Caguán no hay que repetir?

Primero, sin duda, la zona de distensión. Segundo, no comenzar a discutir por los temas en los que sí podíamos ponernos rápidamente de acuerdo. ¿Quién no está de acuerdo con la protección de nuestros recursos naturales, por ejemplo? Y, por último, negociar en medio de un estado de conflicto.

¿Y usted, personalmente, de qué se arrepiente con respecto a ese fracasado proceso de paz?

Hubo errores, pero no puedo arrepentirme. Sacrifiqué todo mi prestigio político por la paz y lo sigo haciendo porque estoy convencido de que la única salida es la solución política negociada. Hay gente que me censura por haberles dado demasiado tiempo en la zona de despeje, pero creo que había que hacerlo y lo hicimos hasta que ellos rompieron el proceso. La gente olvida que el del Caguán fue un proceso de paz que tenía un plan B, que era el Plan Colombia, y que además liberamos a más de 500 secuestrados. Pero hubo errores y tenemos que aprender de ellos.

¿Lo volvería a intentar?

Desde luego.

¿Hay lecciones que recoger también del proceso con los paramilitares, o son dos historias completamente distintas?

La gran diferencia entre el Caguán y Ralito es que el proceso del Caguán fue hecho de frente al país y el de Ralito fue hecho de espaldas al país. Y la mayor prueba es que al día de hoy aún no sabemos qué fue lo que allí se pactó con paramilitares y narcotraficantes, y con el agravante de que hoy vemos en qué terminó ese proceso. Eso no se puede repetir.

¿Cuáles son los temas más ‘duros’ con las Farc?

Los temas económicos y el tema social, donde hay posturas ideológicas, como su firme rechazo a los TLC. Pero hay muchas cosas en las que nos podemos poner de acuerdo y así ir construyendo un proceso.

¿En qué temas, por ejemplo?

Hay muchas posibilidades.¿Qué pasa sí las Farc proponen que Procurador y Fiscal sean elegidos por voto popular, o que en el Senado haya representación de todas las regiones? No son temas insalvables. Y esos avances generarían confianza. Uno de los errores del Caguán fue comenzar por el tema económico, que es un tema difícil, y más en ese momento, pues había una tasa de desempleo superior al 20 por ciento. Además, hoy tenemos experiencias importantes para ellos: me refiero al caso Petro, que es la demostración de que sí se puede llegar por las urnas a altas instancias de poder en el país y poner en marcha transformaciones. Hay que mirar su historia: no podemos olvidar la masacre de la Unión Patriótica. Afortunadamente, han cambiado cosas en el país y eso ayuda.

Usted es partidario de una negociación por fuera del país. ¿Cuáles son las ventajas?

Primero, discreción. Segundo, participación de la comunidad internacional. Tercero, contar con un sitio neutral en el que las Farc se sientan seguras y cómodas. Si estuviera en el lugar del presidente Santos, lo que haría sería que las primeras conversaciones fueran absolutamente secretas y solo cuando se llegara a un punto importante, de verdaderos hechos de paz, sacaría el asunto a la luz pública. Hoy existe el rumor de que esos canales ya están abiertos, y si eso es así, estaría muy bien, porque hay una amplia experiencia internacional en este sentido: israelíes y palestinos lo hicieron en Estocolmo.

¿Es posible la paz con las Farc?

Si hay decisión, claro que sí. Sé por experiencia que los guerrilleros rasos la quieren tanto como cualquier otro colombiano. Lo único que nos falta a los colombianos es la paz. Aquí podremos tener crecimiento económico, inversión extranjera, recursos naturales, bajo desempleo, mejor educación… pero nos hace falta la paz, lo que haría que todo lo anterior fuera mucho mejor.

Finalmente, ¿usted, que ya pasó por este camino, qué consejo le daría al presidente Santos…?

Si cometimos un error fue intentar hacer un proceso en medio del conflicto: negociar sin un cese de hostilidades es algo que ni el país ni la comunidad internacional entenderían.

Factor externo
De Chávez y la Corte Penal Internacional
¿Cree que el presidente Hugo Chávez podría jugar un papel fundamental en un eventual proceso con las Farc? Hay quienes dicen que él tiene la llave de la paz en Colombia…

La llave de la paz en Colombia la tienen las Farc. Nosotros tuvimos negociaciones con los ‘elenos’ y con las Farc en Venezuela y Chávez siempre nos ayudó. Creo que se cometió un error al nombrarlo mediador, pero más aún cuando se lo destituyó a través de un comunicado; esas son cosas que no se hacen. Pero Chávez puede jugar un papel importante, como otros presidentes de la región y el mundo. La ayuda de los 30 países que nos apoyaron en el Caguán fue importante.

¿Ve el llamado marco jurídico para la paz como una herramienta útil para un eventual proceso?

El gran problema va a ser la Corte Penal Internacional, porque puede que los colombianos estemos dispuestos a un perdón, pero no sabemos qué pueda pasar en la CPI. Tenemos que ver cómo vamos a manejar esto.

VÍCTOR MANUEL VARGAS

Editor de Domingo de EL TIEMPO

http://www.eltiempo.com/politica/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-10946420.html