Declaración por la vida, la Paz y la Reconciliación
Por invitación de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No repetición, que actuó como orientadora y testigo; gracias a la gestión de ABCPAZ, y el apoyo y acompañamiento técnico del Centro Internacional de Justicia Transicional-ICTJ, nos reunimos en la Mesa de Trabajo: “Narrativas de Excombatientes”, que realizó sesiones mensuales en Bogotá, entre febrero y noviembre del presente año.
Somos mujeres y hombres que alguna vez empuñamos las armas, porque creíamos que eran la alternativa para defender determinados ideales y propósitos, y que ahora coincidimos en un compromiso serio con la solución política del conflicto armado y la construcción de la paz con justicia social. Asistimos a este ejercicio exintegrantes del Ejército de Liberación Nacional (ELN); ELN Replanteamiento; Ejército Popular de Liberación (EPL); Movimiento 19 de Abril (M19); Corriente de Renovación Socialista (CRS); Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT); Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) y las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).
Nuestro método de trabajo en la Mesa consistió en resolver individual y colectivamente, interrogantes en torno a asuntos relativos a la guerra y los contextos de violencia que produjeron impactos en las comunidades y los territorios, sobre los uales intercambiamos opiniones y posiciones en sesiones plenarias, con el propósito de compartir experiencias, reflexionar y valorar lo vivido. Así mismo exploramos las diversas experiencias del tránsito a la paz y sus múltiples lecciones.
Es la primera vez en Colombia que se realiza un trabajo conjunto, un encuentro no episódico entre actores que estuvimos en vertientes armadas confrontadas, desde las orillas de la insurgencia y la contrainsurgencia. Del apretón de manos distante que inauguró las actividades, pasamos a escucharnos, a discutir algunas veces con vehemencia, hasta llegar a descubrir circunstancias coincidentes, lógicas recurrentes, esfuerzos y dolores padecidos, así como reconocer los altos costos, el drama y el horror derivados de la guerra. Despojados de las armas, entendimos la posibilidad histórica que se nos presentaba con este empeño, que estamos seguros puede tributar con creces al logro de la paz y la reconciliación.
El resultado de este ejercicio ha sido el de entregar a la Comisión de la Verdad un documento con informaciones, criterios, consideraciones y balances críticos importantes para coadyuvar al esclarecimiento de la verdad, la convivencia y las garantías de no repetición.
Las insurgencias que pactaron la paz en los años 90 pusieron de presente su contribución a la Asamblea Nacional Constituyente, la Constitución Política de 1991 y sus consiguientes dinámicas de democratización, pero dejaron constancia de las dificultades en la aplicación de los acuerdos y las falencias en garantías de seguridad, en medio de graves ataques sufridos por la población excombatiente y sus entornos. El Estado colombiano se mostró incapaz de consolidar la paz en las regiones controladas anteriormente por la insurgencia, permitiendo la prolongación en ellas de otras dinámicas de guerra, y lo que es más grave, desmontó mediante posteriores reformas constitucionales, varios de los aspectos más avanzados consagrados por el Constituyente de 1991.
Las antiguas AUC pusieron de presente el incumplimiento estatal en el Acuerdo de Paz convenido para su tránsito a la vida civil, destacando por una parte la ausencia de garantías de protección a la vida, lo que se tradujo en miles de asesinatos de excombatientes y familiares, y por otra la falta de garantías jurídicas que permitieron la extradición de muchos de sus dirigentes en clara violación a lo pactado, y la presente ausencia de derechos ciudadanos plenos para los desmovilizados. No obstante, reivindicaron el marco legal adoptado para su desmovilización, el cual posibilitó el inicio en nuestro país del mecanismo universal de la justicia transicional, orientada a priorizar los derechos de las víctimas. Las leyes 975/2005, 1424/2010 y 1592/2012 y su decreto reglamentario 3011, así como sus desarrollos, permitieron entregar importantes contribuciones a la verdad, que incomprensiblemente no han tenido, frente a determinados responsables del conflicto, la necesaria intervención de la justicia.
El Acuerdo de Paz con las FARC-EP generó una posibilidad histórica decisiva para avanzar en la construcción de la paz en Colombia, sobre la base de que en una unión de voluntades, Estado, los actores armados, el conjunto de la nación y la comunidad internacional lograrían su implementación integral. Lamentablemente los gobiernos que se han encargado de hacerlos efectivos no han actuado como se espera por la sociedad. Están pendientes de su aplicación efectiva la Reforma Rural Integral, las reformas política y electoral y las 16 Circunscripciones Transitorias Especiales de Paz. Si bien se avanzó con la expedición del Estatuto de la Oposición, el reconocimiento al partido FARC y su acceso al Congreso, no se cristalizan las garantías pactadas, de manera que se acrecientan los asesinatos sistemáticos de líderes sociales y excombatientes. La implementación de los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), del Programa Integral de Sustitución de Cultivo de uso ilícito, (PNIS) y del programa de reincorporación de la población excombatiente, se ven afectados por la lentitud en la gestión y la desfinanciación.
El Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición ocupa un lugar fundamental en los acuerdos, orientados por el principio de centralidad de las víctimas del conflicto. Las instituciones que lo conforman, la Jurisdicción Especial para la Paz, la Comisión de la Verdad y la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, apuntan al reconocimiento de la verdad y la responsabilidad por parte de todos los actores del conflicto, así como a la satisfacción de los derechos de las víctimas, superando las condiciones de impunidad imperantes en la justicia. Animamos al país a rodear este sistema integral para hacerlo realidad.
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Imagen: El Especador