Declaración Encuentro Fe y Política “Sentidos de la Esperanza”
Entre el 7 y el 10 de abril de 2010 en la ciudad de Bogotá, celebramos el encuentro Fe y Política: Teología desde la Esperanza, convocado por la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz. Participamos más de 120 representantes de 17 comunidades indígenas, afrodescendientes y mestizas de todo Colombia, personas, de 15 diferentes expresiones de sentido, así como delegados/as de organizaciones de Estados Unidos, El Salvador, Ecuador y Bolivia y también, músicos, estudiantes universitarios/as testigos/as investigadores/as socio-religiosos, entre ellos Ana María Bidegaín, Francois Houtart, Javier Giraldo, Liz Deligio, Catheleen Desautels, Teresa Suvieta, Nidia Arrobo, Armando Marquez, Carlos Román, Fernando Torres, Milton Mejía, María Jesús Viejo, Jenny Neme, Rigoberto García, Darío Soto .
Nos encontramos creyentes religiosos/as y no creyentes, que inspiramos nuestra opción por la justicia en nuestro sentimiento de la dignidad de todas las vidas, los pueblos indígenas ancestrales Waunam y Embera con la fuerza de sus espíritus, de sus jaibanás, la iglesia Evangelio Eterno, la Casa de Sión, la Pentecostal Unida, la Cuadrangular, la Interaméricana, la Adventista del Séptimo Día, la Menonita, la Presbiteriana, la Católica Independiente, la Católica Romana y los católicos macroecuménicos.
El encuentro posibilitó compartir nuestras percepciones sobre el papel de la fe, lo religioso, lo sagrado en nuestras iniciativas de protección y de defensa territorial, frente a quienes nos quieren quitar la vida y los territorios; también, la articulación de procesos comunitarios cuyos miembros nos inspiramos en una profunda experiencia de fe y nos permitió, también, compartir experiencias entre las comunidades colombianas y de otros países de América Latina.
En nuestra condición de creyentes, encontramos la fuerza y el sentido para la afirmación de nuestros derechos hacia la construcción de alternativas de iglesias y sociedad bebiendo de las fuentes de nuestra inspiración.
Compartimos las experiencias de distintas iglesias, comunidades, personas y organizaciones que respaldan los procesos de exigencias de derechos de comunidades en Colombia; y establecimos relaciones de colaboración entre organizaciones y comunidades que construyen alternativas sociales y de iglesia de América Latina.
En los dos primeros días emergieron las palabras, los símbolos, las fotos, los objetos, de asesinados/os, desaparecidos/as, la memoria del desplazamiento forzado provocado, casi en totalidad, por estructuras militares y paramilitares. Dimos testimonio a partir de la pregunta ¿Cuál es el papel de lo religioso en nuestras resistencias?
Quienes estamos fuera de las comunidades, tuvimos la posibilidad de descubrir que ellas viven un ecumenismo comunitario e interreligioso que les ayuda a mantener sus búsquedas de justicia, contra estructuras de militares y paramilitares, las empresas nacionales y transnacionales que los obligan a desplazarse para de esta manera apropiarse de sus tierras y realizar en ellas proyectos agroindistriales, de infraestructura vial, energética, de telecomunicaciones y turísticos. Lejos de enfrascarnos en discusiones en torno a quien tiene la verdad sobre el trascendente, sobre Dios, descurimos la condición de víctimas, pero también la condición de sujetos/as que resisten al modelo económico destructivo, inspiradas/os por sus plurales expresiones religiosas y de sentido.
Las comunidades hemos testimoniado que la fe nos da fuerza en los momentos de persecución, de muerte y desplazamiento forzado. Nos ha imprimido ánimo para regresar a nuestra tierra, tumbar la palma aceitera, las corralejas de los paraempresarios, enfrentarnos a la empresa minera, petrolera, decir no a la trasversal de las Américas, a la construcción del puerto turístico en Calima, Buenaventura, al desarrollo del eje ambiental en Naya, a las operaciones extractivas en Putumayo, y la militarización de nuestras comunidades con violaciones de derechos humanos y graves infracciones al derecho humanitario. La fe ha animado los procesos de afirmación de derechos que han impedido que multinacionales o grupos económicos nacionales se apropien de nuestros territorios.
Compartiendo nuestras experiencias desde zonas humanitarias, zonas de biodiversidad, los resguardos indígenas, los territorios colectivos, en los barrios de nuestras ciudades, coincidimos en que experimentamos a un Dios que está con nosotros/as como un fuerza para la recuperación y el cuidado de la tierra. En muchos momentos, los procesos organizativos por la defensa de la vida y los territorios, no han contado con el respaldo de los pastores y sacerdotes de las diferentes iglesias a las cuales pertenecemos y nos dicen que debemos resignarnos, que el desplazamiento, la perdida de nuestros seres queridos es por voluntad de Dios; pero la Vida es el mensaje de Dios y por eso no es su voluntad la destrucción o la muerte violenta, la expoliación ni el destierro. La fe es más fuerte y nos hace permanecer firmes en los procesos comunitarios de defensa de la vida y el territorio pues sin tierra nada somos y ella es madre, es donación de Dios.
En los dos días siguientes adelantamos diálogo de saberes entre los representantes de las comunidades y teólogos/a, sacerdotes, pastores/as, religiosas/os, líderes de iglesias, investigadores/as socio-religiosos/as e invitados/as internacionales sobre la relación entre fe y política. Aprendimos de las experiencias de creyentes en Bolivia, Ecuador, El Salvador, y movimientos en los Estados Unidos. También los/as teólogos/as, biblistas e investigadores/as compartieron el testimonio bíblico que muestra al pueblo de Dios afirmando la esperanza en la protección de la vida en los territorios, así como de los compromisos de las iglesias a veces a favor, pero muchas veces pasiva y comprometida con las violaciones a los Derechos Humanos.
Durante el encuentro construimos un altar donde estaban juntos la biblia, nuestros mártires, velas encendidas, objetos que representaban los sufrimientos y las luchas de las comunidades, símbolos de la cultura indígena, afro. Las palabras estuvieron cargadas de imágenes que nos ayudaron a entender nuestra esperanza en medio de la destrucción. Somos como el huevo al que la piedra quiere romper; nuestros proyectos de vida, son como vasija de barro, frágiles, soportados por la fuerza de nuestra dignidad; las/los constructores de la esperanza, como los cuatro horcones de madera en nuestras casa campesinas, que soportan toda la estructura, que no se quiebran a pesar del peso; todas/os como tizones que se junta para calentar y producir fuego, como hormigas capaces de fastidiar elefantes hasta derribarlos; o como los cinco dedos de la mano, juntos, diferentes, necesarios para acariciar, plantar, proteger, cargar, cosechar, pintar, escribir…
Hemos aprendido que la fe en Dios o en lo sagrado inspira nuestras acciones de dignificación, de recuperación y cuidado de la biodiversidad de nuestras tierras, de la diversidad de nuestras culturas por encima de toda institución política o religiosas. Nos sentimos llamados/os y enviados/as a proseguir con este encuentro fundacional, desde los compromisos que hemos asumido:
1. Nos uniremos en las acciones por la Vida y la libertad por el cierre de la Escuela de las Américas, en particular con las que se adelanten en Estados Unidos, El Salvador y Colombia, como ante las embajadas estadounidenses de los países presentes en nuestro encuentro.
2. Adelantaremos nuestro siguiente encuentro en Bolivia, con la posibilidad que las comunidades que afirman sus derechos en Colombia y en los otros países presentes en el encuentro puedan conocer la participación de los creyentes en la conformación de democracias participativas, democracias económicas, democracias sociales.
3. Compartiremos nuestras agendas de acciones, antes de nuestro próximo encuentro con el ánimo de hacernos presentes espiritual y/o físicamente.
4. Mantendremos nuestra formación en la fe y la política considerando la posibilidad de construir una escuela de formación con períodos determinados de tiempo en los que nos podamos encontrar.
5. Participaremos en el encuentro que realizaran las comunidades en el Chocó, Colombia, en una Zona Humanitaria.
6. Publicaremos así sea en fotocopias los aportes de este encuentro.
7. Editaremos un disco con la música de las comunidades interpretadas en este encuentro.
Bogotá, 7 al 10 de abril de 2010.