¿De qué se extrañan?

Santos es un artífice en jugadas a diversas bandas, es pragmático, distante de lealtades o de cumplimiento a compromisos con el derecho o las pluralidades que dice respetar.


Su última jugada le ha salido bien. Cierra el paso a los uribistas pura sangre mostrándose leal a las causas de la oposición venezolana; logra el aplauso de las derechas del continente en su empecinado modelo de mercado y la bendición empresarial nacional e internacional por su gesto cordial con el candidato perdedor; alienta el nacionalismo criollo que proclama la soberanía como un derecho y cierra el paso a la idea que el proceso de conversaciones con las FARC y al que se avecina con el ELN depende del gobierno de Maduro y de su antecesor Chávez.

Está colocando cortapisas y límites a las propias conversaciones, justo porque sabe, que lo acordable será dentro del propio modelo de mercado que ha ido fortaleciendo del que son distantes los gobiernos que inspiran otro tipo de democracias y de constituciones en América del sur.

La entrevista sostenida con el idealizado Capriles es una jugada calculada, la foto en el sitio web de la presidencia de Colombia es su confirmación. De menor calado le resultó hacer un desplante a la Comunidad de Paz de San José de Apartadó cuando debía rectificar los señalamientos de su antecesor Uribe y era por él esperable las reacciones nacionales y las del gobierno de Maduro, las que seguramente se entienden en el interior de Venezuela pero no en el escenario internacional ni colombiano en el que Santos ha ido concentrando las miradas. La ausencia de una reconducción de la estrategia mediática del gobierno bolivariano le está permitiendo a Santos, y lo que este significa como construcción de modelo privatizador ir legitimándose en el escenario regional e incidiendo en la política interior del vecino.

El escenario del encuentro con Capriles estuvo precedido de hechos públicos importantes. La visita del Vicepresidente de los EU, reiterando el respaldo en la guerra o en la paz; la puesta en escena de la Alianza del Pacífico para los orientales socavando o limitando los alcances de Mercosur y de la CELAC; la inserción de Colombia en la OCDE con la manida idea que somos parte del club de los países con mejores prácticas en el mundo para la inversión. Buenas prácticas evidentemente para lo de siempre.

Así que Santos no peló el cobre. Mostró nuevamente quién es, qué piensa y cómo lo hace. Ese Santos que conocen algunos colombianos, no el adobado por los medios ni la estrategia retórica de la política exterior. Ese Santos pragmático, de las buenas formas, el de la tercera vía, el que puso a llorar colombianos con una reforma para favorecer el sector bancario como Ministro de Hacienda. Ese Santos, el Ministro de la Defensa que ocupó contra el derecho internacional el Ecuador, ese Santos sobre el que recaen sombras en ejecuciones extrajudiciales, el mismo que uso de los helicópteros militares para llevar a sus familiares a una de sus fincas de Anapoima. Sí, el mismo de la juntas de OPAIN, el de la empresa que recibió grandes negocios en el período de Uribe.

Ese mismo que dice en medio del Secretario General de Naciones Unidas que por la ley de víctimas valió la pena ser presidente y al mismo tiempo desprecia a las víctimas del Palacio de Justicia, paga millonadas a Rafael Nieto Loaiza para que realice montajes contra las víctimas de la operación “Génesis”, el mismo que viene avasallando con la ley estatutaria del Fuero Militar, que asegura la impunidad de ayer y de hoy. Ese mismo que se reunió con paramilitares y guerrilleros para dar un golpe de Estado a otro de su propia élite.

El mismísimo que silenciosamente promovió una nefasta reforma a la justicia para propiciar la impunidad de parlamentarios venidos del paramilitarismo, algunos de la coalición del gobierno o que en sus buenas prácticas sancionó una reforma tributaria para ampliar la base impositiva a los nacionales y redujo los impuestos a las multinacionales. El mismo que nunca se opuso a la reelección del Procurador Ordóñez y que soterradamente le dio apoyo; el que fue a la Sierra Nevada a las comunidades indígenas para que lo proclamen como presidente y al tiempo toma decisiones para mantener el poder empresarial hotelero en ese territorio reserva étnica y ambiental.

El mismo Santos que nunca ha dejado de ser neoliberal, el que firma TLC con quienes sea, así las exportaciones colombianas no crezcan más allá del 2 por ciento, así se amplíen el desempleo o el trabajo en condiciones precarias, el mismo que entrega el territorio a la gran minería mientras habla de protección de ecosistemas. El mismo que construye casas y apartamentos para los más pobres cuando las encuestas lo desfavorecen y en su alborotada improvisación posa en ropa interior en una de esas baratijas que está construyendo para simular que es un hombre justo.

Sí, es el mismo que despreció los restos de Alfonso Cano muerto en combate, a quién habrían podido capturar, hecho sobre el cual, luego en medios internacionales Santos expresó que él mismo ordenó matarle. Lo hizo sin ruborizarse a pesar que fue justo por este comandante guerrillero que se iba adelantando los acercamientos con las FARC. Ese mismo que sabe que la solución del conflicto es clave para asegurar inversiones y formalizar la propiedad como lo “recomienda” el Banco Mundial, porque la democracia real eso no importa. Así que de que extrañarse por la reunión con Capriles.

Lo que extraña, eso sí es que las mentalidades críticas, las de aquí y allá, las de Venezuela y las del continente nunca hubieran comprendido de quién se trata. Santos ha venido jugando debilitando, matizando, controlando con sus buenas formas las otras construcciones democráticas del continente. Eso no ha sido suficientemente comprendido y el pensamiento progresista ha ido cayendo en ese juego.

¿Será tarde para rectificar? Depende. Maduro tiene hoy en sus manos la posibilidad de actuar con cabeza fría, sacar a flote sus dotes de canciller de Chávez, de revertir un escenario regional donde la derecha con espíritu santista se ha ido fortaleciendo en lo ideológico, en lo político y lo económico, incluso, de dar otro sentido a las conversaciones que ya existen, y las que vendrán para dar sustento o ambientar las democracias con contenidos ecohumanistas. Es además, de aliviniar las tensiones internas, las fisuras en las que Santos se ha movido antes y ahora explícitamente en la reunión con Capriles. Pero no es solo el asunto de Maduro, es el asunto de muchos otros en el continente.

Es la oportunidad, quizás de las últimas en este tiempo sin Chávez, para construir estratégicamente con creatividad ese otro imaginario que se modifique las sensibilidades infantilizadas en los medios y re signifique la esperanza. Si quiere ser alternativa a esto que hoy llaman democracia, la palabra que oculta ese neoliberalismo destructivo de todas las fuentes de vida, en que Santos está empeñado urge comprender el juego y actuar estratégicamente sin caer en las trampas.

Que Santos se haya reunido con Capriles no hay que extrañarse, hay que extrañarse es quizás de la nuestra miopía, de nuestra ingenuidad y de nuestra incapacidad de saber jugar en ese juego de póker, en el que se requiere astucia e imaginación para que nazca lo nuevo, de eso es que nos debemos extrañar, de no saber entender quién es Santos y a qué está jugando. ¿Cómo jugar con Santos para no caer en su juego? En la respuesta está la clave para enfrentar los nuevos tiempos de una derecha inteligente, astuta, seductora y demoledora.

Por Camilo De las Casas

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