De cegueras voluntarias y cegueras inducidas
La Europa social y democrática ha desaparecido. Quizás nada ilustre mejor su defunción que la proliferación de muros y alambradas en su interior, que dejan en ridículo el desaparecido muro de Berlín. Este era un muro político y divisorio entre dos mundos enfrentados, el comunismo y el capitalismo. Los nuevos muros se erigen contra la especie humana y los levantan países tan democráticos como Francia y Gran Bretaña.
Según el último informe del Banco Mundial (organización poco sospechosa de izquierdista), la región de Asia Pacífico sigue siendo el motor de la economía mundial, con un crecimiento promedio del 6%. China crecerá “apenas” el 6,7% y Vietnam un 6%. Corea del Sur, la de menor crecimiento, lo hará un 2,7%, a causa –eso sí- de la crisis que arrastran EEUU y la Unión Europea, por ser la surcoreana una economía netamente exportadora. En España se hace alarde de que la economía crecerá en 2017 hasta un 2,3%, casi igual que la de Corea del Sur, pero con notables diferencias. En Corea del Sur el paro ha girado, los últimos diez años, en torno al 3%, por un 20% en España. El endeudamiento del Estado coreano, de 2010 al presente, no llega al 40% de su PIB, en tanto la deuda pública de España, por vez primera en un siglo, supera el 100%. Peor aún, la deuda real española, suprimiendo las consabidas trampas para disfrazar las deudas a que suelen recurrir las administraciones, podría ascender al 140% del PIB nacional. En otras palabras, España está en bancarrota, una bancarrota que seguirá acrecentándose silenciosamente a causa de la dependencia española de Alemania, único país europeo que se ha enriquecido hasta la obscenidad con la miseria de los países del sur, léase Grecia, Portugal, España e Italia.
El embargo informativo que vive el país –mitad inducido, mitad voluntario- en relación a la marcha del mundo lleva a que –casi- todo el mundo viva en la ‘burbuja Europa’, creyendo que este subcontinente sigue siendo el ombligo del mundo y no lo que realmente es ahora, una península de Eurasia, geográfica siempre, económica, comercial y técnica ahora. La comparación entre Corea del Sur y España sirve de revelador ejemplo de la realidad en que vivimos, mucho más efectivo que comparar a España con Italia o Irlanda. Estos países viven prisioneros en la jaula en que se ha transformado la Unión Europea (UE) y, al formar parte de los mismos extravíos, han perdido capacidad para entender el nuevo orden económico internacional existente. Tampoco perciben el creciente declive del modelo europeo y su incapacidad para adaptarse a los retos que plantea ese nuevo orden, capitaneado por países de Asia, con China como epicentro, y por una Rusia cada vez más fuerte y más abocada al enorme mercado asiático.
Corea del Sur ha reaccionado al frenazo del modelo exportador con inversiones multimillonarias en I+D, para reconvertir al país en potencia científico-técnica, que es hacia donde apunta el mercado del siglo XXI. España, como ciertos cangrejos, camina para atrás y, por sumisión al diktat de Bruselas, no sólo ha sacrificado el área de I+D con recortes draconianos, sino que ha obligado a buena parte de la flor y nata de sus científicos a tomar el camino del exilio económico. Corea del Sur, seguramente, se consolidará como potencia tecnológica, mientras España se quedará en una economía de playa y sol, retornando a los años 60 de su arranque económico, cuando el dictador Franco la convirtió en un país de “aperitivos y postre”, refiriéndose a sus principales productos de exportación, que eran aceitunas y naranjas y, luego, el turismo.
No está sola España en ese disparatado camino. Hace pocos días, la Agencia Espacial Europea celebraba con bombo y platillo el éxito de la misión Rosetta, que consistía en que una sonda europea se aproximara a un cometa y, finalmente, se estrellara en él. Un logro científico y técnico indudable, que no se puede poner en duda, pero un logro menor. Hace pocos días, China lanzó el laboratorio espacial Tiangong 2, como parte del proyecto para establecer su propia estación espacial. Poco después inauguraba el mayor radiotelescopio del mundo, de 500 metros de diámetro, que dejaba atrás al radiotelescopio estadounidense de Arecibo, de 350 metros. Mientras tanto, Europa y EEUU siguen dependiendo de los cohetes rusos Soyuz para acceder a la Estación Espacial Internacional, dado que ni EEUU ni la UE tienen cohetes capaces de hacerlo.
La elevación de la UE a dogma de fe y mito de terror ha llevado al disparate de pensar que todo aquello que ponga en duda su viabilidad o la pertenencia de un Estado es la peor de las herejías; pero a eso se ha llegado. Grecia ha sido económica, humana y socialmente calcinada en la pira de Bruselas por haber desafiado el dogma de la UE. No existe precedentes, en la historia, que un Estado soberano, por el hecho se ser miembro de una asociación económica, sea destruido por desear salir de ella. Las asociaciones o uniones económicas, comerciales y políticas se hacen para mejorar las condiciones de sus miembros, no para convertirlos en galeotes. También se basan en el principio de igualdad soberana de modo que, cuando un miembro desea abandonarla –como hizo Gran Bretaña- negocia su salida en términos de igualdad. La UE es la única asociación internacional que ha convertido a los miembros más débiles en prisioneros, a un punto tal de sumisión que, si desean abandonarla, están amenazados de ruina como castigo por desafiar el dogma. Sólo ese hecho sería suficiente para decretar la defunción de la UE. Como ha pasado otras veces, los británicos han sido los únicos con inteligencia y poder suficientes para abandonar un barco que se hunde, sin verse condenados a la hoguera.
Instalada en el disparate, la UE, en su versión Mr. Hyde –la OTAN- no cesa de ampliar el cerco militar promovido por EEUU en torno a Rusia, como si cada base militar, despliegue de tropas o emplazamiento de misiles fuera juego de niños y Rusia el tonto de la clase. El impresentable embargo informativo oculta que Rusia terminará de modernizar su ejército en 2020 y, más importante aún, que Rusia y China caminan hacia una alianza estratégica que cambiará el curso del mundo. En julio pasado, el presidente de China, Xi Jinping, afirmó que “Rusia y China pueden crear una alianza ante la cual la OTAN sea débil”. De no existir el embargo informativo, esta afirmación hubiera sido noticia de primera plana. Una alianza ruso-china (a la que habría que sumar a Irán, las repúblicas centroasiáticas y unos cuantos países más), efectivamente haría de la OTAN un enano inútil y a Europa una subregión cuyo único destino, en caso de guerra, sería ser abatido campo de batalla, en el que los vivos envidiarán el destino de los muertos.
Sólo bobos y desinformados pueden pensar en una guerra de una Rusia solitaria contra la OTAN. Si estallara ese conflicto, China entraría en guerra, como entrarían Irán y una decena de Estados más, aunque sólo fuera por la simple razón de que no pueden permitirse una derrota de Rusia, que los dejaría solos frente a EEUU. Putin dijo que Rusia tiene sólo 148 millones de habitantes por 700 millones la OTAN. Cifras ciertas, pero ¿cuántos millones sumaría con sus aliados? Más de 2.000 millones en casi 26 millones de kilómetros cuadrados, por cinco millones Europa. ¿Qué gana Europa en su condición de perro faldero de EEUU? En la I Guerra Mundial, EEUU dejó que los europeos se mataran entre ellos, mientras sus empresas hacían pingües negocios, vendiendo a todos los contrincantes. Intervino tres meses antes del fin de esa guerra para actuar como gran director de orquesta. En la II Guerra Mundial su presencia mayor no fue hasta 1944, cuando el Ejército Rojo había quebrado ya el espinazo de la Alemania nazi. Desde Normandía, los aliados enfrentaron a apenas el 25% del ejército nazi, por un 75% que fue abatido por el Ejército Rojo. ¿Alguien cree, en esta región, que la OTAN derrotará a Rusia, alguien piensa que EEUU morirá por Europa?
Alemania es punto y aparte. Ha recolonizado Europa central, vampirizado a la Europa mediterránea y, encima, haciendo befa de las sanciones impuestas a Rusia, no cesa de poner en marcha acuerdos estratégicos con Moscú. El último es la construcción del gasoducto Nord Stream 2, que permitirá a Alemania disponer de suficiente gas ruso al margen de los vaivenes –y las guerras- que puedan originarse en Ucrania. Alemania se guarda las espaldas, garantiza el acceso a la energía y atiborra sus depósitos de riqueza, para no seguir la suerte que corrió en las dos guerras mundiales. Sólo Alemania y Gran Bretaña han entendido que, para salvaguardar sus intereses, deben jugar su juego. Los demás países, España incluida, son llevados por un perverso flautista de Hamelin, al despeñadero y, lo peor, con sus clases políticas convencidas de que así los salvarán.
La Europa social y democrática ha desaparecido. Quizás nada ilustre mejor su defunción que la proliferación de muros y alambradas en su interior, que dejan en ridículo el desaparecido muro de Berlín. Este era un muro político y divisorio entre dos mundos enfrentados, el comunismo y el capitalismo. Los nuevos muros se erigen contra la especie humana y los levantan países tan democráticos como Francia y Gran Bretaña. Ese es el nuevo y real rostro de Europa, donde vuelve el fascismo (¿se había ido?) y con el fascismo las alambradas, la xenofobia, el racismo y el socialdarwinismo. ¿Quiere alguien salvar España? Que siga el camino británico, revierta las políticas económicas y sociales, haga una revolución en I+D y vuelva sus ojos al futuro, que es Asia. Que enganche España a la economía mundial, la verdadera, no la de la burbuja Europa.
Augusto Zamora R., autor de Política y geopolítica para rebeldes, irreverentes y escépticos , de reciente aparición