Daniel Hubert Gillard
Aquel miércoles 10 de abril de 1985, a la 1:10 a.m. el sacerdote de nacionalidad belga DANIEL HUBERT GILLARD, de la congregación Asuncionista, fue atacado por un comando de 25 unidades militares, algunos uniformados y otros de civil, las cuales se supo posteriormente que eran unidades del ejército, adscritas al B-2 y del DAS.
Cuando DANIEL llegaba a la parroquia del Señor de los Milagros del barrio El Vergel, en la ciudad de Cali, a dejar a uno de los laicos que le colaboraban, fue atacado por los uniformados que en varios vehículos lo esperaban en el lugar. Los militares dispararon ráfagas de ametralladora contra el campero Nissan rojo de placas LE-0680 que conducía el sacerdote DANIEL, quien iba acompañado también de NOHEMI AREVALO y RIGOBERTO CORTÉS. Antes de huir del lugar, los militares suspendieron el fluido eléctrico disparando a un transformador de energía.
DANIEL recibió cinco impactos de bala en la cabeza que lo dejaron inconciente, mientras que sus dos acompañantes resultaron heridos. DANIEL permaneció hasta el 12 de octubre del mismo año en estado de coma profundo – muerte cerebral – y falleció del todo.
Al día siguiente del hecho, en un comunicado público de la comandancia de la Brigada III del ejército, el General Pedro Nel Molano, justificó el crimen:“El Comandante de la Tercera División del Ejército informa a la ciudadanía que aproximadamente a las 01 horas de hoy, en el barrio El Vergel de esta ciudad, tras operaciones de control urbano que efectuaban integrantes de la fuerza pública, al disparar contra desconocidos que se movilizaban en un campero, fueron heridos el sacerdote belga Daniel Gillard, párroco del Santo Evangelio en el barrio Antonio Nariño, y la señorita Nohemí Arévalo, contadora de Cáritas. El señor Rigoberto Cortés, quien los acompañaba, resultó ileso. Como consecuencia de lo anterior, el Comandante de la Tercera Brigada designó al doctor Fabio Valencia, Juez 107 de Instrucción Penal Militar, para adelantar la correspondiente investigación, encaminada a establecer las circunstancias que rodearon los hechos motivo del presente comunicado y las correspondientes responsabilidades. El Comandante de la Tercera División encuentra oportuno y conveniente apelar una vez más a la colaboración de la ciudadanía en general para que con su concurso se recupere el clima de tranquilidad pública que tanto necesitamos”
Según el testimonio del ex agente de inteligencia Ricardo Gamez Mazuera, el B-2 realizó seguimientos al sacerdote, planeó y perpetró el crimen. Así lo afirmó en la declaración dada a la Procuraduría en agosto de 1989:
“2.3. El sacerdote belga, Padre Daniel Hubert Gillard, de la comunidad asuncionista, Párroco de la Parroquia del Santo Evangelio, en el barrio Antonio Nariño de Cali, también fue objeto de investigaciones y seguimientos por parte del B-2 de Cali, pues se consideraba que su trabajo concientizador llevaba a la gente a hacer demasiadas exigencias ni gobierno.
Un operativo conjunto del DAS y el Ejército preparó y perpetró el atentado de que fue víctima el 10 de abril de 1985. Esa noche lo esperaron cerca de la Parroquia, lo dejaron pasar en su carro y a 10 metros le dieron la orden de “alto” que él ya no podía oír, entonces dispararon contra él. Uno de los agentes que participó en el atentado fué el agente Méndez, apodado “la yegua” quien fue desplazado desde Bogotá con esa intención.
El Padre Gillard no murió en el atentado pero quedó inconciente y fue hospitalizado durante muchos días. Más tarde, el Capitán Rodríguez, del S-2 del Batallón de Cali dio orden de quitarle el oxígeno “para ayudarlo a bien morir”.
La investigación de los hechos fue asumida por el juez 107 de Instrucción Penal Militar, quien dependía directamente de la Brigada III, por consiguiente, fueron absueltos todos los militares implicados. Y por parte de la Procuraduría Delegada para las Fuerzas Militares, la investigación fue archivada el 2 de abril de 1988. Un crimen más en total impunidad.
Un amigo de DANIEL, el periodista Alberto Aguirre, escribió sobre él en el periódico El Mundo, de Medellín: “Tenía Daniel Gillard 30 años cuando llegó a Colombia. Jocundo, era de vitalidad exuberante. Su alegría, fresca. Su inteligencia poderosa y extensa su cultura. Su potencia física, inagotable. Todos esos dones, bajo el dosel de la sencillez, los entregó al pueblo. Por varios años, aquí en el barrio Castilla, en la Parroquia de La Esperanza, en asocio de sus compañeros Asuncionistas, el Padre Daniel se integró a la comunidad. Y ésta, con él, fue más íntegra. No sólo las obras materiales (colegio, talleres, centros de salud, guarderías) sino el amor realizado día a día en gestos humildes, con sus hermanos los pobres. Hacía suya la alegría del hermano, así como su esperanza y su ira y su lucha: la opción por los pobres no era una perplejidad, ni una adoración, sino una integración en cuerpo y alma. Y como era plena la vida de Daniel entre la gente: otro de ellos, el más festivo, el más decidido, el más valiente. Pegaba adobes, jugaba un partido de fútbol, asistía a un doliente, aplacaba una riña callejera, con la misma unción con que celebra la Eucaristía y daba la comunión. Porque había hecho la comunión con los pobres.
Del mismo modo vivió en Cali durante 15 años, en ese distrito de Aguablanca, al sur, que agrupa 23 barrios de la gente más humilde. Las obras y el amor. Allí Daniel fue también el apóstol: apóstol surgido de la entraña popular y ungido por el amor del pueblo. No era posible pensar en Daniel Gillard como extranjero. Y él mismo no entendió que alguien hiciera esa referencia a la condición de su pasaporte. Sí, Había nacido en Bélgica, y allí también guardaba amores: amigos, parientes, memorias, viejas emociones, paisajes. Pero se había hecho amalgama con nuestro pueblo. Cuando volvía al país de su nacimiento, sentía allá que nunca podría dejar a Colombia: porque aquí había nacido a la esperanza. Aquí pertenecía.
Porque a nuestro pueblo se había unido Daniel Gillard por el lazo más entrañable: el de la entrega total, para compartir tanto la ira como la alegría, tanto el dolor como la lucha. Sufría el dolor de los pobres y del mismo modo sufría sus iras y sus desgarramientos y sus aspiraciones. También era suya la esperanza. Era plena la opción.
Y al final de esa parábola de oblación, hace la máxima entrega por los pobres: aquella que rubrica un pleno amor: la vida. Esa bala que le destrozó el cerebro eleva a Daniel Gillard al martirio. Así, por esa dignidad, Daniel Gillard renace en el seno de su pueblo. Es uno más entre los hermanos. Es nuestro”.
Daniel Gillard en la Memoria
Daniel Gillard Sin Olvido
Comisión Intereclesial de Justicia y Paz