¿Cuál paro, sumercé?
“¿Cuál paro, sumercé? Arrime pa’ Chía, para que no pare de bailar”, trinó el restaurante Andrés Carne de Res el fin de semana del 24 de agosto, cuando el paro nacional agrario completaba cinco días de negación presidencial y mediática. Ya se habían cerrado todos los caminos, y lo digo en sentido literal, pues fui testigo, desde una vereda boyacense, de la crispación creciente que se apoderó del campo, mientras se cerraban las carreteras, las estaciones de gasolina, los colegios y los mercados… ¡y Bogotá ni se enteraba!
Aunque no soy clienta de ‘Andrés’, me acordé de haber visto, en su sede del DC, unas fotos for export de los mercados campesinos y su gente, con sus sombreros, sus trenzas y sus ruanas. Aquel tufillo de superioridad paternalista que consideraba a los campesinos como parte de un decorado pintoresco volvía a aflorar en ese trino y ayudaba a entender no solo la negación presidencial, sino la de los medios que desinformaron –¿por negligencia, por censura o por complicidad?– sobre lo que estaba sucediendo. ¿Será casualidad que unos y otros disfruten tanto la “cultura” de Andrés?
Si RCN, Caracol y este diario seguían transmitiendo “en cadena” desde su zona de confort en Bogotá, ¿cómo podía enterarse el país de la gravedad de lo que ocurría y de lo que se discutía en Tunja? Y no hablo de análisis (parece que es demasiado pedir), sino, al menos, de una información básica alrededor de aquellas preguntas esenciales del oficio periodístico: ¿qué, quiénes, dónde, cuándo, por qué?
Jamás había vivido en carne propia el doloroso significado de esa palabra: centralismo. Buscar en las noticias una pista para saber qué camino tomar o para entender que estaban cerrados todos los caminos y encontrar tomas desactualizadas y repetitivas, satanizando las protestas, sin ofrecer información ni, mucho menos, argumentos, me hizo sentir –como se siente lejos de Bogotá– la negligencia de los medios y el papel que jugaron en la manera como se fue agravando el paro. ¿Acaso qué otra reacción era esperable ante ese silencio y esa indiferencia que hirieron el orgullo campesino?
Cada vez que el Presidente negaba el paro en sus discursos, por Twitter o a través de funcionarios suyos, como Lucho Garzón, quien insistió en su carácter “local”; cada vez que los noticieros privilegiaron noticias irrelevantes, como la portada de la revista Vogue latina en la que salió la primera dama; cada vez que los funcionarios le mintieron al país (por ejemplo, cuando en la rueda de prensa del domingo 25, el general Palomino tuvo la desfachatez de afirmar que todas las vías de acceso a Bogotá estaban abiertas a las caravanas de carros y no hubo contrapreguntas para señalar la falsedad de sus afirmaciones), se fue exacerbando ese sentimiento de incomunicación y olvido que les hizo preguntarse a los campesinos cuántos muertos necesitaban para ser escuchados.
Si los grandes medios están en crisis –¡y ojalá, porque se lo merecen!–, no es por las TIC, sino por la dificultad que esta vez se hizo patente en las “cercanas lejanías” boyacenses para buscar los múltiples puntos de vista de las noticias. En vez de limitarse a reproducir las declaraciones presidenciales entregadas por los jefes de prensa palaciegos, deberían haber recogido otras voces, tan distintas y tan lúcidas, que hace tiempo están alertando sobre las consecuencias de haber negociado los TLC, en este gobierno y en el de Uribe, sin tomar las medidas necesarias para el campo.
En ese sentido, los líderes y las voces regionales nos están dando una lección. (Y hay que decirlo en presente, porque el paro continúa.) Menos mal podemos apagar los televisores para descubrir otras opciones, como la Emisora Boyacá 95.6 y el portal ‘Boyacá es noticia’, que demuestran cómo las primaveras árabes pueden gestarse también en tierras frías.
Yolanda Reyes