Con cabeza fría
La emoción por la mueca de dolor de Sigifredo López al ver a sus hijos convertidos en hombres, o por los relatos de Alan Jara, sucesos que vimos en vivo y en directo a disgusto del régimen, no puede perturbar el análisis de lo que sigue, ni de lo que ha pasado.
Hay quienes —por ingenuidad, lambonería o ignorancia— han preferido atribuir a los periodistas Hollman Morris y Jorge Enrique Botero, el poner en riesgo la misión humanitaria y la operación de liberación de cuatro uniformados. A Morris, por presentarse donde estaba la noticia; y a Botero, por dar la alarma sobre unos aviones militares que vigilaban todo. La verdad es otra.
Si la liberación estuvo en algún momento en riesgo, no fue por causa de ningún comunicador, sino por las marrullas del Gobierno, que autorizó el sobrevuelo de aviones militares para que monitorearan a la valerosa Piedad, la Cruz Roja y personas tan serias como Daniel Samper. A quienes se han estrellado injustamente contra los periodistas, deberían saber que en ninguna parte del planeta se adelanta una misión humanitaria vigilada por militares.
El Gobierno mintió, pues inicialmente dijo que no había aviones, versión que sólo recogió cuando el periodista Botero informó que traía las pruebas del atropello. Ahora se sabe que el comisionado Restrepo justificó esa violación del Derecho Internacional Humanitario (DIH), diciendo que todo estaba pactado con la Cruz Roja, afirmación desmentida por los delegados de esa organización; mientras que Juan Manuel Santos dice que fue un error de buena fe, no suyo sino del general Padilla.
¿Para qué sobrevolaban los aviones? Todo indica que lo hicieron con fines militares. Ya es hora de que el Gobierno se serene, y comprenda que no puede seguir abordando la liberación de los demás secuestrados con la óptica de la genial “Operación Jaque”, porque donde siga como va, habrá dolor. El solo hecho de que hayan tenido que ir a tres distantes lugares del país para liberar a seis personas, sugiere que el rescate militar de los demás es una aventura.
Que se haya liberado a los canjeables políticos, es un mensaje que el país debe entender, porque necesariamente el Gobierno va a tener que cambiar de partitura. Las Farc ya no tienen civiles secuestrados en calidad de canjeables, sino sólo soldados y policías, por lo que se dan las condiciones del DIH, para promover un acuerdo humanitario.
No se puede seguir dando palos de ciego. Unas veces mintiendo; otras censurando la prensa, o persiguiéndola, como han hecho con Hollman Morris; o promoviendo un protocolo para que los liberados no hablen con los medios, como lo pretende el ministro Diego Palacio; o escondiendo a quienes queden libres, como lo hicieron con los cuatro uniformados, a los que además los han puesto a dar explicaciones confusas.
No habrá más “Operaciones Jaque”. Es probable que el cruel corazón del secretariado de las Farc tampoco acceda a nuevas liberaciones unilaterales, de manera que no queda sino la cruenta salida del rescate a sangre y fuego, o el acuerdo humanitario. Tarde o temprano llegaremos a lo último, ojalá no sea muy tarde.
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Adenda. Qué tal la cínica carta de Fernando Londoño Hoyos (http://www.elespectador.com/noticias/judicial/articulo114795-fernando-londono-no-intentara-revocar-inhabilidad-puesta-procuradur) al “Absolvedor General de la Nación”, Alejandro Ordóñez, diciendo que renuncia a que su íntimo amigo le revoque las destituciones de que fue objeto por el anterior procurador Maya, justificando con mentiras sus imborrables faltas y además valido de un artificio jurídico. Dios los cría.
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