¿Cómo explicar el asesinato de un hijo en medio de tanto dolor y miedo?

Quiero iniciar por agradecer a todas las personas que han enviado mensajes de condolencias, solidaridad y apoyo. Quiero expresar mis más sinceros agradecimientos por tantas voces que me preguntan cómo pueden ayudar, pues les pido me ayuden solicitando a las autoridades correspondientes que se investigue e identifique a los responsables de este crimen.

¿Cómo explicar el asesinato de un hijo en medio de tanto dolor y miedo, pero también en tiempos que se tejen nidos para albergar hijos de la paz?

Con profundo dolor de padre y con la tristeza por el vacío infinito que deja la pérdida de un hijo, escribo esta nota sobre la muerte, el pasado 19 de octubre, de mi hijo Wilmar Córdoba Forero.

Quiero iniciar por agradecer a todas las personas que han enviado mensajes de condolencias, solidaridad y apoyo. Quiero expresar mis más sinceros agradecimientos por tantas voces que me preguntan cómo pueden ayudar, pues les pido me ayuden solicitando a las autoridades correspondientes que se investigue e identifique a los responsables de este crimen. Mi silencio de estos días obedece al dolor profundo que siento como padre, de impotencia, pero también pensando en aquellos que aún siguen en la zona sin garantías ni protección.

Wilmar fue asesinado mientras atendía un negocio de su suegra, había llegado a Belén de Bajirá huyendo por amenazas de los paramilitares después del asesinato de su hermano menor materno en Riosucio Choco. Había logrado quedarse en la casa de la mamá de su novia con la que vivía y deja una niña de 5 meses. Wilmar estaba terminando el bachillerato y en tiempos libres trabajaba con su suegra como vendedor de plátano. Tenía 21 años de edad, era un joven tranquilo que evitaba problemas, muy dedicado a su trabajo y al estudio, pero también a su familia. Con una hija sentía la responsabilidad de ser padre y mientras ese día trabajaba para responder con ese deber los asesinos se dedicaban a planificar su muerte. Fueron cuatro hombres los que terminaron con su vida, uno de ello llego desde Riosucio, mientras que los otros tres llegaron procedentes de Turbo. Me informaron que ellos hacen parte de una banda criminal de paramilitares que por sus acciones delincuenciales son conocidos en Riosucio y Turbo. El día de los hechos el grupo esperó a que Wilmar estuviera solo en el trabajo para atacarlo a machete, una forma moderna de asesinar que se ha vuelto común en esa región para desvirtuar responsabilidad y para no causar zozobra entre sus habitantes. Wilmar conoció a su agresor, pues ya habían tenido una discusión previa ese mismo día, pero él nunca pensó que el agresor tuviera intención de matarlo, además porque él no había cometido delito alguno.

Con Wilmar son tres las personas asesinadas en su familia materna en los últimos años. El marido de su mama fue asesinado 7 años atrás, hace tan solo tres meses fue asesinado su hermano menor materno de tan solo 17 años, ambos en Riosucio y, luego Wilmar, en Belén de Bajirá, todos por los paramilitares. Belén de Bajirá es un municipio chocoano que Antioquia reclama como suyo y donde los paramilitares igualmente ejercen control.

Sus familiares no han querido instaurar denuncia penal de los hechos básicamente por la relación de convivencia que existe entre estos grupos al margen de la ley y algunas autoridades civiles y de policía en esta región del país. Sienten un gran temor de continuar siendo perseguidos, pero también por impotencia de ver como la guerra ha ido acabando con sus familiares. Tienen información que las autoridades, a pesar de conocer los hechos y autores materiales, no han actuado para identificar y castigar a los responsables.

Wilmar fue enterrado el día sábado 22 de octubre en Turbo, Antioquia. Ese día viaje en hora de la madrugada desde Bogotá con el propósito de llegar a su funeral. El vuelo hizo su primera escala en Medellín, luego otro vuelo me llevo directo al aeropuerto de Carepa. Desde allí tome un taxi para llegar por carretera a Turbo. En la ruta pase por Apartado, una ciudad que no visitaba desde 1994. ¿Cómo no recordar esta región donde viví y trabaje durante la época más difícil del Urabá? Fui miembro del sindicato de trabajadores, allá nacieron mis dos primeros hijos y allá me salve milagrosamente de ser asesinado por el simple hecho de ser sindicalista. Por esa razón mis familiares no podían creer que estuviera de nuevo en Urabá. Mis padres me advirtieron que por seguridad no viajará pero yo decidí ir, pese a la situación de seguridad se trataba de asistir a su entierro. A mis padres les compartí la noticia cuando ya estaba en Turbo.

Mientras esperábamos la hora del funeral me reuní con algunos familiares que la guerra obligó a salir y viven en condición de desplazados en esa ciudad. Con ellos recordamos la crueldad de esta guerra y los familiares que hemos perdido. Uno de ellos me contó que Wilmar le había dicho días antes que tuvo conocimiento de hombres que habían llegado a Bajirá procedentes de Riosucio buscándolo y por esa razón él sentía miedo. Permaneció encerrado por varios días en casa de su suegra, pero ese día 19 tuvo que salir a trabajar para cubrir necesidades básicas de su pequeña hija que presentaba problemas de salud. En el momento que su suegra salió fue cuando los cuatro hombres llegaron al negocio y lo hirieron a machete. Algunos vecinos dieron a viso a la suegra pero cuando ésta llego Wilmar ya estaba en el piso inconsciente. Ella y los vecinos de inmediato lo subieron a un auto particular con el propósito de que fuera atendido en el hospital de Apartado. Ya en el camino murió, no alcanzo a llegar al hospital, había muerto por la gravedad de las heridas.

Wilmar nació en 1995 en Riosucio, pero un año después, por el operativo militar y paramilitar que se desarrolló en ese municipio conocido como “Operación Génesis” yo tuve que salir huyendo para salvar mi vida. La Operación Génesis marco mi vida para siempre, me alejo de Wilmar, de mis padres, hermanos y demás familiares, me llevo a vivir a los Estados Unidos por los últimos 14 años, y a pesar de que estoy ahora de vuelta en el país, aún sigo bajo constantes amenazas y riesgo por mi trabajo. La vida de los riosuceños también cambio, esas más de veinte mil personas que según algunos informes tuvieron que huir de ese municipio a diferentes lugares del país entre 1996 y 1997 para salvar sus vidas, siguen disperso y bajo su propio destino, aunque aún sueñan con regresar un día, los que viven en Turbo manifiestan, que no hay las condiciones de seguridad ni las garantías del Estado para garantizar sus retornos. Como desplazados no reciben ayuda económica y en la ciudad viven del rebusque.

El dolor riosuceño ha sido profundo por la pobreza histórica, el abandono estatal y por el sometimiento de los actores armados a la población civil. La guerra ha sido utilizada principalmente para imponer un modelo económico extractivo inconsulto afectando profundamente la economía tradicional y la cultura de los pueblos étnicos y campesinos, ha destruido el liderazgo comunitario y se ha creado una dinámica de sometimiento, miedo, muerte y terror. Riosucio ha sido cuna de empresas como Maderas del Atrato, Pizano S.A, Maderas del Darién, entre otras. Esta última aún sigue en la región dedicada al negocio de especies como el Cativo, una especie en vía de extinción, goza de concesiones para el aprovechamiento forestal y está protegida por estos grupos armados. Los paramilitares llegaron a Riosucio en 1996 empujados por la Brigada XVII del Ejercito al mando del General Rito Alejo del Rio, bajo el visto bueno del entonces Gobernador de Antioquia, Álvaro Uribe Vélez, su propósito era proteger a la empresa de las amenazas, que según ellos, constituía para ese entonces la adjudicación de los títulos colectivos del territorio para negros e indígenas-derechos reconocidos en el marco de la Constitución Política de Colombia, en la Ley 70 de 1993 y en la Legislación Indígena-.

Los paramilitares en asocio con empresarios se apoderaron de territorios de las comunidades de la región y en el gobierno de Uribe recibieron préstamos financieros para la siembra de Palma aceiteras (palmas africanas). Hoy las comunidades informan que durante los últimos años habido un incremento significativo de la fuerza pública en la región, pero los paramilitares transitan libremente sin que haya control militar para evitar sus acciones criminales. A principio de este año se denunció la llegada a la zona de por lo menos mil hombres armados pertenecientes a la estructura paramilitar de los gaitanistas. Bajo esta realidad son pocas las muertes de civiles que se denuncian y cuando esto sucede se hace por personas distintas a los habitantes. Bajo este mundo de impunidad viven los familiares de Wilmar, que aún se niegan a instaurar denuncia penal. Pero estos casos se repiten en muchas otras familias.

“La guerra ha sido y mientras siga seguirá siendo dolorosa para padres y madres, para familias pobres que no tienen otra opción que vivir en medio de ella y que sus hijos o son las víctimas o son los victimarios. Mientras hoy millones de colombianos trabajamos incansablemente para que esta llegue a su final, otros persisten en su intento de mantenerla viva como un medio de proteger sus intereses políticos y económicos sin que ese dolor de otros les afecte para nada”

Vivimos en tiempos en el que país busca la paz para salir de esta pesadilla de la guerra y dolor. Millones nos soñamos con un país mejor capaz de vencer ese miedo para llegar a la verdad, porque la verdad y la justicia serán más poderosas que el terror y la impunidad. El diálogo de paz entre el gobierno y las insurgencias debe llevarnos a todos a vivir en este país con tranquilidad y respeto, pero sobre todo donde las victimas encontremos justicia para llegar a la verdad. Me resisto a perder la esperanza, seguiré siempre ese camino pese a las adversidades.

¿Qué pido? Lo justo hoy es esclarecer la verdad sobre el crimen de Wilmar, que haya medidas de seguridad para garantizar que su madre y demás familiares suyos y míos no sigan en riesgo, que las autoridades de policía y ejército corten toda relación criminal con los paramilitares, que las autoridades encargadas de la justicia sean garantía para que las víctimas presenten denuncias sobre hechos de violación de derechos humanos y se facilite su esclarecimiento.

A todos los que me preguntan cómo pueden ayudar les pido que me ayuden a solicitar a las autoridades que den resultados en las investigaciones de manera ágil y veraz. Llamo a las autoridades competentes para que expliquen qué acciones investigativas han adelantado para esclarecer los hechos que llevaron a la muerte de Wilmar, pero también de las otras muertes. Me indican familiares que el agresor principal de Wilmar quedo herido, que en el momento de la agresión Wilmar en su afán de defensa alcanzo a herirlo. Esta información no ha sido plenamente corroborada con la Fiscalía, por lo que de confirmarse ya hay un principio para esclarecer la verdad.

La semana pasada asistí con un destacado grupo de líderes afros, indígenas y campesinos a una reunión con el presidente Juan Manuel Santos, en la que nos dijo: “las victimas tengan siempre la certeza que no les voy a fallar con el acuerdo de paz”. Queda en mi corazón y mente siempre esas palabras para terminar diciendo que las víctimas tampoco vamos a defraudar al señor presidente y a la guerrilla en su abnegado compromiso con la paz de Colombia. Wilmar me dará esa fortaleza para seguir soñando ese camino.

Desde Afrodes trabajamos convencidos de que las victimas merecemos un país sin guerra para llegar a ser más justo, enseñamos a los jóvenes victimas a no responder con el mismo dolor, pero si a dar amor a través del arte y la cultura, conociendo sus derechos y apropiarse de ellos. Aquellos que solo ven en la guerra un medio para mantener su poder, manteniendo a jóvenes inocentes ejerciendo terror y muerte, deben pensar que también son padres y que al igual que sus hijos esos que asesinan tienen padres y son hijos.

Bogotá, Octubre 27 de 2016

Marino Córdoba B.
Asociación Nacional de Afrocolombianos Desplazados-AFRODES
cordoba.afrodes@mail.com

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