Clodomiro Castilla (1960- 2010): Director de la Revista El Pulso del Tiempo
Bastaba leer el gran despliegue en primera página de El Meridiano, sobre la muerte de Clodomiro Castilla, para entender que quienes escribían sobre este asesinato, lo hacían justificando este crimen, no rechazándolo
/ Martes 6 de abril de 2010
Al sepelio, en Montería, del periodista Clodomiro Castilla, director de la Revista El Pulso del Tiempo, podrían haber asistido el Presidente de la República de Colombia y las autoridades locales. También las directivas de otros medios de información y representantes de gremios periodísticos del orden nacional, pero no lo hicieron.
Y debieron estar todos ellos, no solo para solidarizarse con la familia del periodista asesinado y estudiante de derecho, sino con la libertad de prensa en Colombia, con los colegas de otros medios locales y corresponsales, que tratan de investigar y no pueden, porque están expuestos en muchas partes de Colombia, a la amenaza, el chantaje, al silencio, al miedo o a la muerte y el olvido.
Tampoco asistió masivamente la población monteriana, porque prácticamente no se enteraron dónde eran las honras fúnebres, ni su horario: los dos periódicos locales, pertenecientes a la familia de William Salleg, no informaron del lugar del sepelio, pero sí de los hechos y de la vida pasada del periodista. Y lo hicieron de manera como para justificar su muerte.
Para el Meridiano de Córdoba y el periódico El Propio, no murió un periodista, mucho menos un ser humano. A Clodomiro Castilla Ospino, director de la Revista El Pulso del Tiempo, asesinado en la entrada de su residencia el pasado 19 de marzo, estos periódicos y su dueño, director y gerente, William Salleg, lo trataron como un criminal. Y se regodearon desde la primera página de ambos medios con su muerte.
Bastaba leer el gran despliegue en primera página de El Meridiano, sobre la muerte de Clodomiro Castilla, para entender que quienes escribían sobre este asesinato, lo hacían justificando este crimen, no rechazándolo.
Es más, enviaban con esta nota un mensaje claro a otros comunicadores sociales y ciudadanos quienes, de manera valiente como Clodomiro, se atrevieron y se atreven a denunciar a dirigentes políticos o ganaderos de la región por vínculos con el paramilitarismo, la corrupción en el Estado y el narcotráfico.
No de otra manera puede entenderse, que a un ser humano que naufragó durante años en las drogas y que luego logró recuperarse para empezar una nueva vida en 1999, gracias a un proceso de rehabilitación y el apoyo de sus amigos, periódicos como El Meridiano y El Propio, lo hayan ultrajado tanto. De su trabajo profesional como periodista durante los últimos 11 años y de los antecedentes de su muerte guardan silencio.
Incluso se inventaron que durante el levantamiento del cadáver, las autoridades “habrían encontrado una bolsa con varios gramos de ‘perico’ y al parecer en la casa persistía un leve olor al alucinógeno”. Hechos que luego fueron desmentidos por la policía de Montería que tiene una de sus estaciones a escasos 80 metros de la vivienda del reconocido periodista.
Clodomiro Castilla pudo ser un periodista polémico desde su trabajo en El Pulso del Tiempo, pero lo hizo desde la investigación periodística y la palabra, no desde la violencia, el poder económico o las “buenas relaciones” que dan los grandes medios de información, o desde los pactos maquiavélicos con tal de alcanzar el poder, o desde alianzas funestas con los señores del dinero, la capucha y las balas.
A Clodomiro Castilla, periodista de 49 años, lo recordaran los estudiantes monterianos, no sólo por sus denuncias de corrupción que hacía en la radio y su Revista, sino por las charlas en las que daba testimonio sobre el horror de las drogas. También lo recordarán como un hombre bueno, que defendia los derechos de los animales y recogía perros maltratados y olvidados de las calles,por eso soñaba con una casa grande para protegerlos.
Clodomiro Castilla Ospino, director de la Revista El Pulso del Tiempo, “Periodismo de pie” como él lo llamaba, deja cuatro hijos: Mauricio, Tania, Axel y Andry. Axel, un joven profesional en educación física, fue el primero en llegar cuando lo mataron; su padre estaba rodeado por sus seis perros que no paraban de ladrar y llorar al lado de su amo y amigo. “Una de las perras, ‘Susana’, le lamía el rostro queriendo levantarlo para que continuara viviendo”, relató Axel. Vivir era lo que merecía Clodomiro y la libertad de prensa en Colombia.
Si la Fiscalía General de la Nación quiere investigar a fondo este crimen, puede empezar con leer algunos de sus valiosos artículos, y escuchar algunas de sus entrevistas. Su familia y amigos claman desde Montería para que este caso sea trasladado a Bogotá y no siga reinando allí, la impunidad, la corrupción y la mentira.