Claudina de Martínez
A la misa asistieron muchas personas de la comunidad, algunas tuvieron que presenciar la misa por fuera de la parroquia, pues muchos y muchas querían mostrar el afecto y el agradecimiento a esa mujer que siempre tuvo abiertas las puertas de su casa para recibirlos.
Durante la misa, el Padre Henry Ramírez, quien ofició conjuntamente con el Padre Javier Giraldo, el Padre Miguel Calderón y el Padre Alfonso Prieto, habló de ella como una mujer que era de pocas palabras pero que con sólo su presencia generaba un gran impacto en las y los demás; resaltó que tras la incursión paramilitar en su territorio, la vida no le fue arrebatada por la violencia que han sufrido en la comunidad, sino que murió por una causa natural, una enfermedad. Asimismo contó cómo ella en los últimos años de su vida se dedicó a reflexionar sobre su vida retomando algunos apartados de la Biblia; comparaba el éxodo con el desplazamiento de la comunidad, y se sentía madre de muchos, aunque no haya tenido hijos, al igual que la virgen María.
Durante las exequias algunas de las personas de la comunidad compartieron sus experiencias de vida con Doña Claudina, entre ellas habló uno de sus hijos, una amiga y su nuera. Todos manifestaron de alguna u otra forma, que era una gran mujer que siempre los acogió y les brindó su amor sin medida. En varios de los asistentes a la misa se notaba la conmoción y tristeza que sentían al escuchar estas palabras y sentirse identificados con ellas, fue evidente el impacto que generó esta mujer en la vida de la comunidad, y que dejó un huella que continua presente en medio de todas y todos.
Doña Claudina hizo parte de la Unión de Mujeres Demócratas, organización conformada para la reivindicación y la lucha por los derechos de las mujeres, entre ellos el derecho al voto. Fue una mujer activa políticamente, la comunidad la recuerda por su entrega a su familia, a su hijo de crianza Uriel y a su esposo Don Gonzalo Martínez. Una de las experiencias que quedó en la memoria de la comunidad fue ese momento en 1989, cuando el párroco de Medellín del Ariari fue amenazado por paramilitares y se vio obligado a abandonar el pueblo y Doña Claudina comenzó a salvaguardar el templo dedicando sus días a su limpieza, cuidado y varios servicios parroquiales, a través de los cuales la comunidad encontró respaldo.
En el año 2002 fue desplazada por la violencia militar-paramilitar que se vivió en la región y se trasladó a Bogotá pero luego de un año decidió volver a Medellín del Ariari por sus propios medios; se unió al grupo bíblico y haciendo parte de él Claudina empezó a apoyar la iniciativa de Civipaz de retornar al territorio, participó en las primeras misas que se celebraron en Puerto Esperanza, las conmemoraciones Lucero y Yamid Henao, entre otras actividades ayudando a romper el cerco que habían creado los armados y posteriormente logrando el retorno de muchas familias más y la unificación de la comunidad.
Claudina era considerada como matriarca del pueblo puesto que se encargaba inintencionalmente de congregar y reunir a mujeres, hombres jóvenes y niños; “la casa de ella era la casa de todos”, afirmaba una de sus más cercanas amigas. A pesar de que buscaba pasar desapercibida en su activismo por sus pocas palabras, logró ganarse el amor de la comunidad en el diario vivir; mostraba su preocupación por los demás, no solamente desde el diálogo político, sino preguntando y mostrando interés por la cotidianidad de las personas con las que hablaba. Considerada como solidaria, formal, nunca negaba un favor, Claudina siempre será recordada por la comunidad que logró y ayudó a construir.