Casa de la memoria hermano mayor monseñor GERARDO VALENCIA CANO
“Yo quisiera llegar a cada puerto como uno de vuestra casa, y quisiera acogeros en la mía como a mis padres y hermanos” expresó Gerardo Valencia Cano, así el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado Capítulo Buenaventura con el apoyo de la Comisión de Justicia y Paz, inauguraron la Casa de la Memoria el pasado 4 de diciembre.
En ese espíritu de acogida mutua, el espacio abierto para tejer redes de víctimas frente a la búsqueda de la Verdad, la Justicia, la Reparación y la Defensa del Territorio lleva el nombre del Obispo Gerardo Valencia Cano. Monseñor Valencia a comienzos de los 70 murió en extrañas circunstancias en un vuelo. Algunas fuentes indican que detrás hay un atentado perpetrado con la responsabilidad del Estado y las agencias de seguridad de Estados Unidos, quienes pretendieron silenciar a quien era considerado como un “rojo”, un “obispo comunista”.
En el Puerto de Buenaventura que hoy es escenario de una grave violencia socio política, en el que se experimenta el terror de Estado y la guerra de guerrillas, se abrió un lugar de esperanza con un diálogo y cantas en torno a las “Con y por las víctimas, por el territorio a la luz de monseñor Gerardo Valencia Cano.
En las horas de inauguración se presentó el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado, su historia e iniciativa y se reinterpretó el presente con la memoria de Monseñor Gerardo Valencia y un ritual simbólico de apertura y compromiso.
En el ejercicio de memoria colectiva se escucharon testimonios de lo que a pesar del tiempo permanece en el corazón, el pensamiento, los rostros de afrobonaverense.
Era un hombre muy sencillo que llegaba a todas las casas, a las más humildes. Siempre andaba con su camisa, pantalón caqui y zapatos de esos de colegio. Cuando lo de Cristo Rey el nos ayudo a sacar lo que podíamos. Muchos salieron apenas con la mera ropa que llevaban puesta.
DORIS CACHIMBO
Cristo Rey y Balboa eran los barrios que existían en ese momento, en donde hoy están construidas las instalaciones del puerto actual de Buenaventura. A las 3:00 am fueron inundadas las casas que estaban allí con sus habitantes adentro.
Cuando monseñor supo que iban a inundar el barrio con la draga fue a decirle a los encargados que no lo hicieran, pero no lo escucharon. No salió de allí, se metió en la arena y dijo: “tendrán que pasar sobre mi cadáver”, empezaron a inundar el barrio, y a él le llegaba ya la arena a las rodillas. Los bomberos trataban de convencerlo para que saliera pero él les dijo: “me dejo enterrar para que mis huesos clamen justicia por esta injusticia”, entonces, lo sacaron a la fuerza.
Era un hombre que pensaba en un liderazgo no para si mismo sino para la justicia y la equidad. Cuando un hombre da el ejemplo, no se puede resistir a actuar. Monseñor nunca dijo que hay que hacer ni como se hace. Decía, “asuma su responsabilidad sea entero”.
Monseñor murió pensando en lo de Cristo Rey y Balboa, a los habitantes les prometieron casa y lo que les dieron fue el barrio Cartolandia y Cementolandia. Hable con él, el 15 de enero de 1971 día que viajo; menciono el hecho de Cristo Rey y Balboa y me manifestó su preocupación, me dijo espéreme que yo vuelvo. Lo estoy esperando todavía.
SALOMON ROSERO
Aprendí de él que siempre hablaba la verdad desde el evangelio. Luchaba y peleaba por los que no tienen voz.
MANUEL BARRANTES
El barrio Punta del Este se lo debemos a él. Cuando estábamos construyendo las casas y venían los de la policía a desbaratarla. El se quedaba con nosotros hasta que la termináramos.
También nos decía cuando vengan a dañarles las casas háganse al frente con todos los niños así lo hicimos y esas casas fueron respetadas. Luego él hablaba por la radio y en las misas, y nos apoyaba.
JULIANA CAICEDO
Monseñor llegaba a todas las casas y saludaba a cada uno y una por su nombre refiriendo algo de su situación, tenía una memoria sorprendente. A la mañana siguiente de los hechos de Cristo Rey, el periodista de radio Gonzalo Arango señalaba a Monseñor como el “obispo rojo” que se oponía al desarrollo.
AIDA OROBIO
Así de manera sencilla, como se cimienta la verdad frente al poder de la barbarie, las víctimas liberaron su palabra, la del ayer y la del hoy, la de la violencia y el desarrollo, y el pretexto fue Monseñor Gerardo Valencia Cano. El se hizo texto en cada palabra sobre ese presente de barbarie, de desesperanza, de desencuentro, de soledad y de terror.
Sentimos que este espacio permitió que habláramos de la problemática de Buenaventura con alivio y cierta libertad. La casa de la Memoria generó un espacio de dignificación, una atmósfera de encuentro y auto reconocimiento, un tiempo de esperanza y de búsqueda de alternativas para asumir la realidad. Reconocimos en la memoria de Monseñor, un motor y ejemplo para romper el miedo y el letargo, una disculpa para empezar a juntarnos y reconocernos dentro de un contexto violento que oprime sin discriminación.
Los participantes asumieron el espacio de la memoria como lugar sagrado, de encuentro de organización de víctimas, de discusión, formación, proyección y sanación; de catarsis y de liberación de los miedos y la palabra sobre los crímenes de Estado de ayer y de hoy en la memoria de los mártires, las víctimas indignas de asesinatos y desapariciones forzadas, como Monseñor Valencia Cano.
Desde esa noche la Casa de la Memoria se ha convertido en un lugar especial donde se salvaguarda la verdad silenciada, cercenada, tergiversada y negada.
Comisión Intereclesial de Justicia y paz
Bogotá D,C., 11 de Diciembre de 2008