Cambalache Uribe No Quiere Que Lo Ronden
Dado que la limitación de reelecciones es un articulito que el presidente Uribe cambia como cambiar de pañuelo, la única posibilidad democrática que le queda al país es vigilar: mientras más reelección, más vigilancia. Pero sucede lo contrario. Al Presidente no le gusta que lo ronden y, de una manera u otra, está desmantelando todos los mecanismos de fiscalización.
El esquema de pesos y balanzas institucionales anda desquiciado. Ahora casi toda la Justicia es uribista, por nombramiento o influencia. Uribista la Corte Constitucional, donde algunos magistrados profesan adoración por el mandatario. Uribista el Consejo Nacional de la Judicatura, mejor llamado Consejo Presidencial de la Judicatura. Uribista la Procuraduría, cuyo nuevo director está al servicio del Presidente, de sus funcionarios y del Espíritu Santo. Semiuribista la Corte Suprema de Justicia, que, a punta de ternas, acabará en la mochila del Jefe del Estado. En cuanto a la Fiscalía, que ha demostrado independencia, será uribista cuando termine su periodo Mario Iguarán.
En el Congreso, que es uribista, el Gobierno intenta maniatar a la oposición. Algunos parlamentarios realizaron el martes un debate sobre los negocios de los hijos del Ejecutivo. Asusta saber cuántos problemas enfrentaron al buscar documentos públicos para su ejercicio de control. Al senador Jorge Enrique Robledo le han negado el acceso a nueve expedientes públicos sobre zonas francas, sector donde hacen su agosto Tomás y Jerónimo.
Estos, dicho sea de paso, se abstuvieron de ir al Capitolio. Su papá no cree que él deba opinar sobre el asunto. Según dice, es cosa de los muchachos.
Robledo, amparado en leyes y sentencias, lo ha conminado dos veces a que responda si conocía los intereses de sus hijos en la Zona Franca de Occidente y si advirtió de la situación a los ministros, para que se declararan impedidos. Uribe calla. Le parece irrespetuoso que un senador quiera rondarlo.
Si tal ocurre con alguien elegido para, entre otras cosas, vigilar al Ejecutivo, no es raro que maltrate a los periodistas molestos. Hemos visto de qué modo convirtió en asunto personal la pregunta pertinente de un corresponsal de la BBC durante su viaje a Europa. Como no le gustó que el reportero le averiguara por la re-reelección y percibió su acento argentino, lo mandó a que estudiara “la historia de su país” y dejara “la democracia colombiana tranquilita”. Cualquier gobernante gringo o europeo que llegase a incurrir en tan grosero desplante sería acusado de xenofobia. Aquí no. Aquí muchos lagartos aplaudieron “la berraquera del jefecito”.
Fue aún más grave el resto de su declaración a la BBC. En olímpico desprecio por el papel de la prensa, Uribe agregó que “es mejor entenderse directamente con la opinión pública que con quienes se creen voceros suyos”.
Hay que entender, por supuesto, que para Uribe la opinión pública son esos ciudadanos a los que encierran los sábados para que él haga gobiernito televisado en la versión colombiana de Aló, Presidente. Quien habla en su nombre es un abogado penalista que se encarga de descalificar políticamente a quien se atreva a rondar al supremo y a decir que aquí la ética no cuenta: solo cuentan las leyes.
Debería enterarse de lo que ocurre en Inglaterra con los escandalosos gastos de los políticos. El líder conservador David Cameron acaba de declarar: “Los funcionarios no solo tienen que ajustarse a la ley, no solo han de actuar de acuerdo con las normas, sino con los más altos estándares éticos”.
Si Uribe pretende impedir que lo ronden, su tercer periodo podría terminar en una verdadera hecatombe.
ESQUIRLAS. La muerte de Rafael Escalona hará más grande su obra vallenata.
En esta edición de EL TIEMPO, los lectores encontrarán mi modesta despedida al gran amigo y maestro. cambalache@mail.ddnet.es