Ayer, en la mira de las Farc; hoy, en la del uribismo
Rubén Blandón, el hombre que apareció ayer en los diarios con un zapato en la mano, justo antes de intentar lanzárselo al ministro del Interior cuando éste se dirigía a los presentes en un foro de víctimas, tiene como una de sus páginas favoritas en internet “Fieles Uribe Oriente Antioqueño Antioquia” (aclaro, no me equivoco en el nombrecito)
Los creadores del sitio supusieron que era necesario explicar que el oriente antioqueño es en Antioquia). Esa dirección digital está encabezada por una imagen del tarjetón de las recientes elecciones para Congreso. Es la réplica del que sería un voto por el autodenominado “Centro Democrático”. En seguida, fotos del ídolo: Uribe sonriendo, Uribe con su subalterno Juan Carlos Vélez, Uribe en primer plano y una leyenda bien destacada: “Eres grande Uribe!!”. Faltaba una advertencia, tan necesaria como la del lugar de nacimiento de los antioqueños: “Esta página es para todos aquellos que le sean fieles al doctor Álvaro Uribe Vélez”. Blandón, además, confiesa ser seguidor de unos timadores que se hacen llamar “Guerreros de luz”. Ellos aseguran ser los intercesores entre “Jesús y la Guerra Espiritual”. El ánima que hará el milagro de mantener en perenne combate a los espíritus, es “la profeta” de Costa Rica Alejandra Quiroz. Ni Uribe ha aspirado a tanto. En su rincón de Facebook, Blandón también se declara admirador de Obama, de su esposa Michelle y, probablemente por su similitud con la pareja presidencial estadounidense, del boyacense Édgar Espíndola, copartidario de los parapolíticos del desaparecido Pin.
No obstante sus rarezas, Blandón Lemos no es una invención. Es una víctima real del conflicto armado que han padecido los colombianos incluso entre 2002 y 2010, época en que por orden del presidente de entonces no existía el conflicto ni había víctimas de guerra: había narcoterrorismo y comunistas disfrazados de campesinos. Uno de estos, precisamente el campesino antioqueño Blandón, nunca tuvo que disfrazarse de nada puesto que perdió una pierna hace 11 años cuando pisó una mina antipersonal en Mutatá. Ahora tiene una prótesis que debió comprar, según cuenta, de su propio bolsillo porque el Estado de la época no lo asistió. Por su dolorosa historia, él tiene todo el derecho de protestar y de expresar sus acuerdos o desacuerdos con el proceso de paz de La Habana. Sin embargo, Blandón es una víctima, no de la guerrilla que le quitó una parte de su cuerpo, sino del uribismo que lo utiliza como instrumento. Todos los blandones, hombres y mujeres elementales, sin armas educativas ni psicológicas con las cuales defenderse de los abusadores del dolor humano, pueden terminar apoyando los intereses de sus enemigos del establecimiento que les niegan sus derechos.
Sofía Gaviria, organizadora del evento de la rechifla a Cristo, senadora por cuenta del partido del ministro, es antioqueña y víctima de las Farc, como Blandón. Pero docta. Ella sí sabe lo que hace. Sabe que, con gran hipocresía, le pidió al Ministerio del Interior $800 millones para traer a los foristas de todo el país. Sabe que el Ministerio le dio apenas $80 porque sus arcas de 2014 están agotadas. Sabe que la oficial Unidad de Víctimas, que recibe órdenes de Santos, le entregó $200 más. ¿Quién aportó los $520 millones restantes? ¿Acaso una organización empresarial afecta al señor Uribe? ¿Por qué la discriminadora uribista María Fernanda Cabal —que dice que “si uno pone a trabajar a los negros se agarran de las greñas”, pero que tiene el cinismo de cargar con varios afros “víctimas” para llevarlos a cuanta protesta organiza contra el gobierno— aparecía en la mesa principal? ¿Por qué desapareció cuando empezó la rechifla? ¿Sabía lo que iba a suceder? ¡Pobres blandones! Ayer atropellados por la guerrilla de izquierda y hoy, por los guerreristas de la derecha.