Astucias del imperialismo

La palabreja parece chocar a ciertos intelectuales y políticos, tanto que se llega a poner en duda la existencia del imperialismo. ¡Qué va!, tal cosa no existe, es asunto del pasado, dicen algunos.


Y se empecinan en negar que el fenómeno sea parte de la contemporaneidad, y que sean los Estados Unidos los que lo siguen encarnando a mayor escala.

Tal vez les suene obsoleto a ciertos intelectuales, quizá todavía obnubilados por el discurso de mermelada de Fukuyama, aquel célebre análisis de Lenin sobre el imperialismo, al que califica como la fase superior del capitalismo. La caracterización del ruso tenía que ver con el desarrollo de la producción capitalista, concentrada en unos cuantos grandes monopolios, en el nuevo rol de los bancos (el banco como monstruo, según una novela de Steinbeck) y el surgimiento del neocolonialismo, entre otros aspectos.

El caso es que el hecho (y también el concepto) llamado imperialismo, se quiere suavizar con denominaciones, creadas precisamente por superpotencias imperialistas, para disimular sus agresiones y calificarlas de lucha contra el terrorismo, guerras preventivas, misión humanitaria por la democracia, etc. O se quiere dar a entender que en 1989, con la caída del Muro de Berlín, desapareció el llamado “comunismo”, pero, a su vez, se extinguió el imperialismo. O que por artes mágicas, con el fin de la Guerra Fría cayó el telón del imperialismo.

Los hechos demuestran otra cosa. Y aparte de la concepción teórica, se ve, por ejemplo, que el imperialismo estuvo presente en la guerra de Libia, y se nota en el conflicto de Siria y en las amenazas contra Irán. Se ven las provocaciones imperialistas en la península de Corea y se evidenciaron, con creces, con miles de muertos, en la invasión a Irak.

Los norteamericanos tienen en el mundo múltiples enclaves militares. En Qatar, por ejemplo, como una avanzada del Comando Central de Estados Unidos, tienen diez mil soldados y 120 aviones de combate. El Pentágono tiene presencia militar en Egipto, Afganistán, Líbano, Omán, Kuwait, Pakistán, Arabia Saudita, Irak y Jordania, entre otros, al tiempo que mantiene, desde hace mucho tiempo, bases militares en Japón, Corea del Sur, Alemania, Italia y el Reino Unido.

Según una publicación del Global Research, el presidente Obama incrementó las fuerzas de operaciones especiales en sesenta países, en algunos de los cuales cumplen acciones encubiertas o con el pretexto de la lucha contra las drogas. Obama tuvo que reconocer la existencia de las naves teledirigidas o drones de la CIA, encargadas de maniobras clandestinas, como asesinatos de ciudadanos gringos sospechosos de apoyar en otros países el “terrorismo”, y sobre todo de musulmanes o de diversos militantes que luchan, precisamente, contra el imperialismo.

Sin embargo, para el Pentágono, la denominada Guerra Global contra el Terror tiene que darse en cualquier parte del mundo. Y por eso, la táctica de implementar asesinatos selectivos de sospechosos de terrorismo. Ah, y esto con el criterio de que los terroristas son los otros. Los del Pentágono y la CIA, no lo son. Así como tampoco lo fue Bush con su “Conmoción y Pavor” para matar a millares de civiles en Irak.

El programa global de asesinatos de Obama (tal como lo denominó Noam Chomsky), siembra el terror en muchas partes, con sus ataques con aviones no tripulados, como los realizados hace dos meses contra aldeas de Yemen. Antes de asesinar a Bin Laden, la CIA lanzó en Pakistán una falsa campaña de vacunación contra la polio en un barrio pobre, y luego, sin terminarla, se pasó a uno rico, donde creían encontrar su objetivo. Y no sólo violó asuntos médicos, sino que puso en jaque las campañas de vacunación e hizo que muchos trabajadores de la salud fueran asesinados.

El engaño de la CIA, según denuncias del mismo Chomski, provocará la desprotección de centenares de paquistaníes frente a la polio, debido al temor de que asesinos extranjeros aprovechen las campañas de vacunación. La ONU retiró de allí a su equipo de lucha contra la polio. Según un científico de la Universidad de Columbia, ese incidente podría provocar cien mil casos de polio en Pakistán, y todo porque Estados Unidos estaba loco por matar a Bin Laden.

Estos efectos devastadores para la gente, como la de Pakistán, son “pequeñas cosas” que hace el imperialismo en el mundo. Como en el caso del diablo, la mayor astucia del imperialismo es hacer creer que no existe.