Arribistas y capitalistas
Profesan sin maquillaje su adhesión al capitalismo, lo defienden mostrando los dientes y, si es posible, echando bala, pero les molesta profundamente pagar impuestos y buscan que el Estado les subsidie los servicios públicos.
La incoherencia parece ser una enfermedad que ha alcanzado categoría de pandemia. La presenciamos hace uno días con la muerte del líder de la Revolución Cubana y la vivió Colombia el 2 de octubre durante el plebiscito, pero generalmente la alcanzamos a ver a diario en los discursos de nuestros políticos y en las emisiones de noticias de algunos canales de televisión.
La muerte de Fidel Castro sacó lo más aberrante de los seres humanos: el odio y la repulsión por la vida. Lo mismo ocurrió con el plebiscito con el que el gobierno colombiano buscaba refrendar los acuerdos de paz con la guerrilla de las Farc: dividió al país entre los que querían que los fusiles se silenciaran de una vez por siempre y los que defendían los intereses de la guerra, exacerbando con mentiras los más profundos miedos y temores de la sociedad.
Que Fidel Castro fue un dictador criminal, gritan desde “La Pequeña Habana” los exiliados cubanos, los mismos que votaron en la última contienda electoral presidencial por el magnate Donald Trump. Los mismos que detestan a Obama porque tomó la decisión de reconectar las relaciones de estado con el gobierno de la isla caribeña, pero que no tienen ningún reparo en beneficiarse de la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible, promovida desde la Casa Blanca por el actual presidente y que la prensa bautizó con el nombre de Obamacare.
El pago de varios miles de dólares anuales por la vinculación al sistema de salud de los exiliados cubanos y de los mismos estadounidenses, no es una puerta abierta para todos los ciudadanos, sino una entrada para los que tienen el poder económico. Es una puerta excluyente a la que solo se accede con dinero. La gran mayoría de los isleños residentes en Miami se definen como defensores de la democracia, de la misma manera como lo pregonan todos aquellos colombianos que votaron No en el plebiscito porque odian a la guerrillera y no quieren ver a ninguno de sus miembros sentados en el Congreso de la República o administrando la capital de un departamento.
Lo curioso del asunto es que aquellos cubanos residentes en “La Pequeña Habana”, los mismos que votaron por Trump para vengarse de Obama y del partido demócrata, son los que cada año pagan el pasaje a la capital cubana para que el sistema de salud de la isla les realice gratis los chequeos médicos que en la capital del sol no pueden realizar por lo costoso del servicio. Sin embargo, estos mismos señores, y señoras, no pierden oportunidad para calificar de dictadura al régimen de los Castro. Y tampoco la perdieron la noche en que murió Fidel para salir a las calles de la Florida y festejar, agitando banderas, la desaparición física del líder cubano.
En Colombia el paralelismo sigue la misma línea recta: ciudadanos que profesan sin maquillaje su adhesión al capitalismo, lo defienden mostrando los dientes y, si es posible, echando bala, pero les molesta profundamente pagar impuestos y buscan a toda costa que el Estado les subsidie los servicios públicos, les dé vivienda, educación y salud gratuita pero defienden las políticas del hombre que desmontó los recargos nocturnos y las horas extras, privatizó la salud para hacer más ricos a sus amigos los empresarios y eliminó los contratos laborales para incentivar la prestación de servicios.
Fueron estos mismos ciudadanos los que festejaron hasta altas horas de la madrugada del 3 de octubre el triunfo del No porque creyeron que con esta decisión jodían literalmente al presidente Santos y evitaban la llegada al país del “castrochavismo” y la imposición de la ideología de género y toda esa basura retórica que solo podía salir de la cabeza de un psicópata. Son los mismos que hoy ponen el grito en el cielo ante el proyecto de la reforma tributaria que se avecina, entre los que se destaca un enorme número de pastores de iglesias de garajes que no tienen ni la remota idea cómo se tramita y diligencia el formulario para el pago del impuesto predial.
Estos mismos pastores son los que carecen de escrúpulos y no les tiembla la mano para alterar sus ingresos y poder pagarle al sistema de salud como si devengaran un salario mínimo. Los mismos que desde el púlpito arengaban como soldados de las huestes divinas a la feligresía para que saliera a “votar berraca” contra la paz de Colombia.
Pero aun así se hacen llamar “demócratas” que luchan para evitar que al país llegue el “castrochavismo”, pues les resulta mucho más cómodo seguir creyendo la mentira que aceptar que fueron engañados por un payaso y su pequeño ejército de psicópatas que seguirán alargando hasta donde les convenga el cuento de las negociaciones para mantener a Colombia divida y reclamar para sí los réditos políticos que genere esa división.
Twitter: @joaquinroblesza
E-mail: robleszabala@gmail.com
*Docente universitario.
Fuente: http://www.semana.com/opinion/articulo/joaquin-robles-zabala-relacion-cuba-y-colombia/507076