“A uno no lo pueden obligar a matar”
John Davis lidera Quinto mandamiento el movimiento de objetores de conciencia que ha logrado que los jóvenes no presten el servicio militar.
Es el 20 de julio del 2004. Como es usual en esa fecha el Ejército despliega en las calles de Barrancabermeja su arsenal bélico. Los niños, felices al ver a sus héroes caminar frente a ellos, agitan una banderita de Colombia hecha en papel celofán. Entre la multitud que embelesada observa los tanques y las metralletas de última tecnología, John Davis y David Alexander Cuesta van entregando unos globitos de múltiples colores.
Un teniente de la policía que asiste con su hijo al desfile recibe uno de esos globos y con el pecho henchido de orgullo patrio se lo da al niño. A los pocos segundos se da cuenta del mensaje que viene escrito en el globo “Deja las armas ven a jugar”. Con rabia este padre de familia abnegado toma del hombro a David quien continúa repartiendo sus manifiestos inflables, el policía constata las consignas que vienen en cada una de las bombas de hule. Oraciones como “Ningún ejército defiende la paz” o “ Con el gasto militar muchos se pueden alimentar” Escandalizaron a este agente de la ley que ofendido en lo más profundo de su ser le espetó a David Alexander una acusación temeraria “Usted es un terrorista”. Después procedió a ir explotando uno a uno los mensajes que venían en los globos.
Estos dos barramejos han tenido que soportar este tipo de afirmaciones solo por estar convencidos de que, parafraseando a John Lennon, hay que darle un chance a la paz. Ellos dos vienen liderando desde el 2001 el movimiento Quinto mandamiento que tiene como finalidad ayudar a todos esos jóvenes que no quieren prestar el servicio militar obligatorio porque están convencidos de que la guerra no es el mejor lugar para que un joven pueda realizar sus sueños.
“No solo nos oponemos al servicio militar obligatorio sino a cualquier caso de reclutamiento forzoso, lo digo porque muchos piensan que tenemos algo que ver con la guerrilla porque despreciamos la guerra y eso es mentira” Dice John Davis, un hombre de 30 años que le ha entregado más de la mitad de su vida al servicio comunitario. Proveniente del Barrio Alcázar, ubicado en la comuna 5 de Barrancabermeja, una de las más golpeadas por la ola paramilitar que azotó este fortín petrolero a finales del siglo pasado, John es un convencido de que la única manera de que se acabe por fin el conflicto y la violencia es por medio del arte y de la educación. “nosotros como objetores de conciencia no solo nos preocupamos porque los muchachos no vayan a la guerra sino porque no caigan en la droga o por incentivar la educación que puedan tener. Nosotros no aceptamos casos de muchachos que por pereza, por ganas de quedar vagando en la calle no van a presta el servicio. No, las personas que se niegan tienen que estar estructuradas mentalmente, saber exactamente qué es lo que quieren hacer con sus vidas”.
Mientras estudiaba agronomía en la Universidad de la Paz empezó a analizar concienzudamente el tema con David Alexander, su parcero de toda la vida “La guerra no es el enfrentamiento entre dos actores armados, es un juego en donde los únicos que se benefician son los pocos que ostentan el poder. Nosotros no queremos ser parte de este juego. Nos llaman tirapiedras o vándalos solo porque hablamos de paz, pero si usted revisa nuestras manifestaciones nunca hemos incurrido en un hecho violento, al contrario, cuando nos hemos expresado queremos siempre que nuestras incursiones parezcan más un hecho artístico, un performance”.
En los primeros meses del 2007 las fuerzas oscuras que desde hace años azotan Barranca asesinaron a 17 jóvenes. Mientras que hasta la propia iglesia expresaba su indignación ante estas atrocidades, la policía minimizaba el horror diciendo que los defensores de derechos humanos habían contado mal, que tan solo habían sido diez los jóvenes asesinados “Como si hubiera alguna diferencia entre 10 y 17. Para nosotros una sola vida que se pierda ya es una tragedia”. Estas desafortunadas declaraciones de la fuerza pública hicieron que Quinto mandamiento convocara a 150 jóvenes en el emblemático parque de la vida “Era de noche y entró al parque un saltimbanqui escupiendo fuego, en el momento en que aparecieron las llamas los muchachos cayeron al suelo y allí reventaron una bombita llena de sangre que tenían debajo de la ropa. Luego de diferentes partes del parque llegaron muchos niños a tirarse sobre los cuerpos de los muchachos y a llorar esa muerte simbólica”.
Foto: La opinión
Quinto mandamiento se convirtió en la esperanza para todos aquellos que se negaban a empuñar un fusil, los que hacían respetar a rajatabla el mandamiento de “No matarás”. FOTO: La Opinión
La espectacular e imaginativa propuesta fue ignorada por los medios de comunicación del puerto. Aunque en el voz a voz el movimiento cada vez agarraba más fuerza.
De un momento a otro Quinto mandamiento se convirtió en la esperanza para todos aquellos que se negaban a empuñar un fusil, los que hacían respetar a rajatabla el mandamiento de No matarás. “Empezamos a hacer asesorías jurídicas y talleres de formación a los jóvenes para que hicieran respetar su derecho a no ser parte de una guerra que nadie entiende… ni siquiera los que la hacen…”.
Uno de las numerosas victorias que ha tenido Quinto mandamiento fue el caso de Andrés Hincapie. “él es un muchacho que se declara objetor siendo soldado. Se comunica con nosotros y hablamos con los militares a cargo y le decimos que Andrés no puede prestar servicio porque está en su derecho de abstenerse a usar un fusil. La pelea duró seis meses, al cabo de ese tiempo Andrés continúa en el batallón pero le retiran su fusil. El otro medio año que duró su servicio lo prestó desarmado”.
John Davis Arias ha recibido presiones de todo tipo, desde amenazas directas de los paramilitares hasta insinuaciones de partidos políticos para asimilar el movimiento que él y su amigo crearon “Pero nos hemos querido mantener al margen, seguir siendo independientes. Es una libertad que cuesta mucho porque apenas tenemos para mantenernos, pero yo creo que lo más importante es ser consecuentes. Si no lo somos no nos podrán tomar nunca en serio”.
Quinto mandamiento ha abandonado por ahora sus espectaculares protestas y continúan trabajando como asesores jurídicos para todos aquellos objetores que hay en Barranca. Creen que el movimiento puede extenderse por todo el país. Hace unos años se hizo en esa ciudad, a orillas del Magdalena la primera asamblea de objetores de conciencia “Vino gente de Cali, de Medellín, Bogotá, hasta de Sincelejo vinieron… tenga la seguridad de que no estamos solos, es muy raro que un joven no sea un objetor de conciencia”.
Sin recursos ni medios de comunicación a su disposición, John y David Alexander continúan su lucha a brazo partido por conseguir que los jóvenes se acerquen más a la educación y a la cultura y estén alejados de los fusiles, porque tal y como rezaba en uno de los globos que aquel policía energúmeno rompió hace una década, ningún ejército defiende la paz.
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