Esposa e hijos de José Antequera lo recuerdan 20 años después de su asesinato

María Eugenia de Antequera y sus hijos, Érika y José Darío recuerdan al líder de la Unión Patriótica, asesinado en Eldorado.

Fue el muerto número 721 del genocidio de la Unión Patriótica (UP). Eso lo recuerdan muy bien su esposa y sus dos hijos.


José de Jesús Antequera fue asesinado el 3 de marzo de 1989 en el aeropuerto Eldorado de Bogotá. Iba a abordar un vuelo hacia Barranquilla, su ciudad natal, cuando unos sicarios -entre dos y cuatro, nunca se ha sabido- descargaron sus armas contra el dirigente nacional de ese partido político.

“¿Mataron a Pepín?”, le preguntó María Eugenia, la viuda de Antequera, a la “avalancha” de personas que ese día abrieron la puerta de su oficina abruptamente. “Todos me miraban. Entonces para mí se hizo evidente que había sucedido, porque era como la crónica de la muerte anunciada”. Cuando reconstruye cómo pasó todo, casi a cada frase le sigue un silencio profundo.

María Eugenia recuerda haber salido corriendo a la Caja de Previsión, donde tenían a Ernesto Samper, quien por casualidad saludaba a Antequera justo en el momento del atentado y resultó gravemente herido. En medio de la confusión, un periodista le gritó: “¿Buscas a Antequera? Está muerto hace rato y, además, no está en esta clínica”. Así confirmó la noticia. Un nuevo silencio invade la sala.

Érika y José Darío, sus hijos, estaban en el apartamento donde siempre han vivido y se enteraron por la radio. Como no tenían teléfono por las amenazas, en su casa pronto también hubo una “avalancha” de vecinos y amigos. Ella tenía 10 años. Él, solo 5.

La ‘ausencia pública’

“Uno sobrevive a crecer sin papá. Lo difícil es enfrentar esa ausencia pública con la que todos tienen que ver. Crecer con la gente preguntando si eres la hija de Antequera. Eso no es cómodo, te acostumbras pero a veces ves caras de lástima, de rechazo, silencios que dicen mucho. Gente que te escanea de arriba a abajo”. Érika aprendió, con los años, a conocer al “papá político” que tuvo, pero la vida le quedó debiendo “un papá al que presentarle el novio”, que la regañara, la llevara de paseo.

Comunista hasta la médula, Antequera fue de los pocos líderes de la UP que se atrevieron a cuestionar, de manera abierta, la combinación de todas las formas de lucha.

Amante de la lectura, abogado, profesor universitario. A los 14 entró a la Juventud Comunista Colombiana (Juco) y años después fue su secretario general (el más joven que ha tenido la organización hasta ahora). Fue el responsable de las relaciones políticas de la UP hasta su muerte.

Durante las semanas posteriores al asesinato de Antequera, María Eugenia vivió algunos episodios que describe como “horribles”. Policías que se hacían pasar por miembros de la UP o por periodistas y que terminaban metidos en su apartamento averiguando hasta los detalles más íntimos de sus vidas. También pasó un día encerrada en un sótano de la Sijín, adonde la llevaron con el argumento de que tenía que reconocer a los sicarios que acribillaron a su marido. En un armario de su apartamento, ella guarda con cuidado las cosas que Antequera tenía ese día: su agenda, su cámara de fotos, su mochila arhuaca, sus gafas de lentes grandísimos.

País igual, pero distinto

“El país que dejó mi papá y el de hoy son distintos. La pobreza se sigue llamando pobreza, la guerra se sigue llamando guerra, pero en esa época había una oportunidad para hacer la paz, había actores políticos en confrontación, pero también en disposición para generar proyectos de solución política del conflicto. Hoy eso no existe, quedan menos oportunidades para que se expresen ideas como las que defendía Antequera”, explica José Darío con evidente acento costeño.

Abogado, como José de Jesús y María Eugenia, se dedica a proyectos que buscan recuperar la memoria histórica. “Es una opción particular frente a lo que me tocó vivir. No es la negación ni el ocultamiento. Implica convertir la historia personal en un legado general que pueda significar cambios sociales, o por lo menos un poquito de conciencia sobre lo que no debe repetirse”, dice.

Érika es periodista y vive en España. El homenaje a su papá por los 20 años de su muerte la trajo a Colombia por unos meses. Aquí se reunirán con los amigos más cercanos para volver a hablar del papá, del líder comunista, del político, del amigo, del que pudo haberse exiliado para salvar su vida, pero nunca lo hizo. Un homenaje con la consigna de que “podrán cortar la flor, pero no la primavera”. De que no pudo sobrevivir a 24 impactos de bala, pero sobrevivieron sus ideas.

LAILA ABU SHIHAB

REDACTORA DE EL TIEMPO
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