De la Siega de la palma a la Siembra

Doce días, en medio de amenazas de operaciones de las “Aguilas Negras”, en medio de amenazas de muerte a los afrocolombianos y a los gringos, en medio de la intensificación de las actuaciones empresariales con la extracción del fruto los afrocolombianos y mestizos, iniciaron la preparación de la tierra para la siembra, aunque aún esperan la restitución de la propiedad individual y colectiva de las tierras que han habitado ancestralmente desde hace más de 120 años y que desde hace 10 en desarrollo de operaciones paramilitares, les fueron usurpadas y ocupadas ilegalmente para ser sembradas en palma de aceite.


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Todas las cosas tienen su tiempo, dice la sabiduría de una tradición, ese tiempo de 12 días en el Curvaradó fue el tiempo de la siega.

No estaba nada calculado, lo único que fluía en los cuerpos era la inspiración que nace de la memoria. El deseo, la utopía del corazón, el amor por lo propio, por la dignidad lacerada, la pasión por la propia tierra arrebatada, el recuerdo de lo perdido, de lo destruido, la experiencia de haberse visto burlados por la justicia penal. Ellas y ellos, de diversas edades con los brazos dispuestos al azadón, al hacha, a los espontáneos abrazos. Ellas y ellos con el rostro expuesto al sol, a la mirada vigilante, al llanto y al horizonte.

Experiencia sublime construida en el sentimiento cotidiano de arrancar la muerte como cimiento de la palma, de reconstruir la vida toda ante las sirenas del progreso y del modelo de desarrollo, que continúa arrojando a los pobres a la miseria, a los campesinos a las urbes, que convierte la vida en muerte. Evocación de la vida inspiración de la preparación de la siembra.

Después de nueve desplazamientos forzados que se iniciaron en octubre de 1996 con la masacre de Brisas. Ofensivas armadas que se mantuvieron en 1997, 1998, 1999 y con una estocada final en el 2001 que logró el arrasamiento total del Curvaradó. La estrategia paramilitar de la Brigada 17 falsamente justificada como contrainsurgente bajo los nombres de “Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá”, “Autodefensas Unidas de Colombia”, “Bloque Bananeros”, “Bloque Elmer Cárdenas” que coincidieron con el desalojo total del territorio Colectivo y el inició de la siembra del monocultivo y la extensión ganadera. En ese mismo año, en Cetino y Andalucía Caño Claro la palma de aceite empezó a invadirlo todo, convirtiendo lo biodiverso en un solo cultivo protegido por el verde militar de los camuflados oficiales con los paramilitares.

Coincidiendo con las amenazas de muerte de paramilitares o crímenes de los desplazados en Belén de Bajirá, Chigorodó, Apartadó, Mutatá, Medellín y Jiguamiandó, los paramilitares les intimidaron, les coaccionaron con fusiles en mano y les expresaron: “O nos venden o le compramos a la viuda”, “esa tierra es de nosotros” o “esa tierra la necesita el patrón”, esa fue la misma expresión de los militares en diciembre de 2005 en el poblado de Pueblo Nuevo, en donde los efectivos de la Brigada 17 les expresaron señalando a los cultivos de palma, “este territorio no es de ustedes, esto es de H 20”. Ese mismo día les expresaron: “vayan a ese otro lado a trabajar en la palma”.

Evidentemente no se trata solamente de la violencia, del despojo sino también nueva esclavitud. Allí estaban enfrentando ese sino del poder, ese destino marcado con la violencia y la impunidad, territorios para la palma. Los afrocolombianos, los mestizos estaban allí enfrentando el terror, el del Estado, el del que poco se habla o se escribe, pues lo de la guerra es cierta desde hace mucho tiempo.

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Por esa bendita memoria, es que en el Curvaradó no se interpreta la palma como vida, como posibilidad de vida, como alimento en la mesa o alimento de carros. “De que vida se habla, cuando se habla de biocombustibles derivados de la palma, aquí la palma es desolación verde, es destrucción humana, es muerte de toda la vida” Sembrar la comida, volver a sembrar en la tierra heredada fue el sustento legítimo ante la ilegalidad, el crimen, la corrupción. Muy bien lo expresó el Ministro de Agricultura, ANDRES FELIPE ARIAS, el vuelo forestal de la palma es de los campesinos y ellos agregan, “tanto como el territorio” por esas razones, que son un derecho real es posible disponer del territorio. Aunque también es cierto, que aún no ha existido la restitución de la propiedad colectiva e individual como lo muestra exitosamente el Ministro ARIAS.

Las razones de los excluidos, de los violentados, no cuentan, sólo las del poder parainstitucional. Al lado de los usurpadores, muchas actitudes policiales, militares y de los poderes civiles, los acompañaron en sus intimidaciones y en sus amenazas y en su ardid para mostrar a las víctimas como victimarios. Por eso, allí la autoridad no es autoridad, es terror, es complicidad con la criminalidad. Y eso no es nuevo, deviene de más de una década de lo mismo. “Cuando se produjo la masacre de Brisas en octubre de 2006, vimos allí a militares, vimos lo que hizo la policía al lado de los paramilitares, se hacen así, para mostrar que son distintos, pero es igual, hoy se llaman “Águilas Negras”.

Y efectivamente es comidilla cotidiana en Belén de Bajirá, en Llano Rico, en Mutatá, en el Curvaradó en donde se les ve, “es lo mismo que antes”, “ahí están, ahora se llaman “Águilas Negras”, al mando de Elkin Castañeda o Hermógenes Daza, él mismo que se encuentra entre Dabeiba, Mutatá, Pavarandó, Belén de Bajirá”. Durante los días de la siega, las “Águilas Negras” estuvieron atentas, se movilizaron de fincas de Nuevo Oriente y de Pavarandocito, allí estaban prestas a dar respuesta criminal a los afrocolombianos y mestizos.

Coincidencialmente, sus futuras actuaciones han sido anunciadas por los desmovilizados o los trabajadores de las empresas palmeras, cuando se acercaron a presionar a los legítimos dueños del Territorio Colectivo, como el conocido, “El Chupa”. Este manifestó en tono amenazante: “ese corte de la palma, se le va a cobrar por otro lado y les va a salir muy caro, así como cortan por pedazos les va a pasar”, mientras tomaron registros fotográficos y de video de todos los allí presentes, afrocolombianos, mestizos.

A lo largo de todos los días, en unas agitadas jornadas, los empresarios de la palma transitaron por las vías de Cetino y Caño Claro hasta Mutatá por lo menos con 10 camiones con el fruto de la palma aceitera. En algunos de esos camiones se transportaron también hombres de civil con radios, algunos con armas cortas, y hombres con vestidos de camuflado. La ofensiva empresarial mostró su violencia rompiendo los cercos de propiedad del campesino ENRIQUE PETRO para transportar corozo de palma. Todo allí es costumbre, el conductor es una mujer que acompaña al reconocido paramilitar conocido como “El Gago”.

En estos días se acercó al caserío de Cetino un funcionario de la entidad ambiental de la región, CodeChocó, a expresar a la familia RENTERIA que tenía una denuncia en su contra por daños ambientales y que iban a verificar la situación y amenazó a los afrocolombianos, indicando que por lo mismo podrían ser capturados. Argumento absolutamente risible, paradójico, pues nunca CodeChocó intervino en el Curvaradó, cuando la mayoría de las 50 mil hectáreas del Territorio Colectivo eran selva virgen, recurso forestal primario, con más de 25 ciénagas que fueron arrasadas, desertizadas con la siembra de la palma.

Por eso, día a día, los afrocolombianos, con los mestizos, con los indígenas que sumaron más de 200, juntaron sus fuerzas, sus pensamientos y sus corazones. Sus palabras eran ciertas y precisas, estaban sembrando, estaban protegiendo la vida humana, estaban sembrando para comer, reconstruyendo la vida toda. No era la violencia terrorista, era la dignidad expresada en el trabajo sagrado, en la palabra, en el derecho a la existencia, a la alimentación y a la preservación del planeta. A su lado, sin armas, sin amenazas, sin intimidaciones con la fraternidad solidaria acompañantes de los Estados Unidos, de Italia, España, Inglaterra, Alemania, Uruguay, Argentina, México, Paraguay, Santo Domingo e Indonesia invitados a sembrar, a compartir porque la siega fue un No a la destrucción ambiental, a la destrucción humana, a la imposición de un modelo de desarrollo excluyente, consumista, individualista, destructivo de la vida natural y de la vida humana.

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Sin el mínimo de la ética profesional, que cobija a la prensa liberal, “El Heraldo de Urabá” calificó la acción como terrorista: “Esta acción terrorista está dejando sin trabajo unos 800 trabajadores y pérdidas que sobrepasan los $ 400 millones de pesos, sin tener en cuenta la falta de operaciones de planta extractora de aceite y 20 hectáreas que dejan de producir porque han sido tumbadas con machete y motosierra”. Y agregó citando un documento empresarial que: “se ha bloqueado bajo amenaza de quemar las tractores y camiones trasportadores, la salida de fruta hacia la planta extractora situada en Mutatá. Todo ello en un ambiente cargado de agresiones verbales y físicas contra los empleados y contratistas de la Empresa y sin que las autoridades competentes hayan hecho lo pertinente para evitar los hechos punibles que oportunamente han denunciado”. Falsedad de falsedades, justo por que ni los medios ni los fines de los afrocolombianos y mestizos son los mínimos que los usados por los empresarios. Ellos no usan de la amenaza, no usan de la fuerza irracional.

Todo era justificable, razonable, racional, humano y en Derecho, pero, por supuesto, la mentira criminal acusó a los legítimos dueños de terroristas, a los internacionales de orquestadores de actos terroristas. Es siempre el mismo libreto. El único argumento de defensa es la mentira porque ha quedado al descubierto, sin mayores raciocinios, pues todo es evidente y posa de absoluta transparencia, que en el Curvaradó los beneficiarios de la estrategia paramilitar son sectores políticos, sectores empresariales, los clanes familiares del paramilitarismo y los traficantes de drogas, todos cercanos al Estado de hecho en construcción. Con la carencia de toda ética se desató la propaganda contra la decisión de la siembra, de la resiembra en el Curvaradó.

Pero la prensa además oficio como caja de resonancia de la descontextualización y la mentira. Extraña lo que hizo El Colombiano, al parecer, creyendo en su “buena fuente”, “El Heraldo de Urabá”. Este diario de Antioquia, titulo: “Palmicultores rechazan el corte de la palma”. Pero igualmente la directora de “El Heraldo”, al peor estilo de la publicidad, o mejor propaganda, en un juego de palabras, al lado de la mentira paraempresarial expresó: “que quiso hablar con el grupo “invasor” entre quienes se encontraban Ovidio Rentería reclamante del predio, además de funcionarios de la ONG y no fue posible” o “mientras 40 trabajadores estaban cesantes sentados en un campamento con las miradas angustiosas, ya que bajo amenazas los hicieron retirar del predio”, curiosa acusación que encubre a los responsables del terror y que miente sobre una realidad que nunca ha sido así. La directora olvidó precisar, que no portaba un carné que la acreditara como periodista, que se acercó al lugar en las motocicletas de las empresas en que se movilizan frecuentemente los paramilitares, de los que aún no se sabe, si son o no desmovilizados y que no se tomó la molestia de investigar, por ejemplo, los documentos de acreditación de la propiedad constatan que los legítimos propietarios de la familia RENTERIA, cuestión que no tiene duda jurídica.

Lo cierto es que cada mañana estaba precedida del ritual de la esperanza, la invocación a la Vida, de convocatoria a la memoria, de las espiritualidades que protegen al planeta, que anuncian la posibilidad de la sobrevivencia de la humanidad sobre la base de la justicia, de la multiplicidad, expresada en la biodiversidad y en el derecho a la alimentación, la libertad, la restitución de la propiedad. Olvidaron decir que la fuerza ética de la decisión de la siega de la palma, es el cimiento de una decisión que objeta en conciencia un Estado de hecho allí instaurado. Olvidaron registrar las noches de llantos y de cantos en que el alma de los afros recuerda la esclavitud y la lucha por la libertad, o la de los campesinos sin tierra como errantes acogidos en las selvas del Chocó. La siega era la indignación ante lo evidentemente injusto. “Cómo es posible que nosotros seamos tildados de invasores, cuando han sido ellos los que han ocupado con la violencia, el engaño, la muerte, la falsificación, los territorios.”

Todo es parte de una misma infamia. Cerrando el círculo de la criminalidad, con el poder de control empresarial sobre el Estado local, la falsificación de documentos, la resurrección de los muertos, la creación de falsas asociaciones, “la mutación” de estructuras paramilitares, la ampliación de la siembra de palma, la extracción del fruto con la total complicidad de todas las instancias institucionales, la negación del acceso pronto, eficaz a la justicia, no era de extrañar las falsas acusaciones, algunas que se han convertido en demandas penales y civiles y que ahora se hacen sin fundamento alguno, sobre los integrantes de la Comisión Ética, sobre las organizaciones internacionales como Vía Campesina, Ecologistas en Acción España, Movimiento Mundial por los Bosques, SOA WATCH USA, Solidaridad Italiana, Instituto de Investigaciones Sociales de Paraguay, Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones Campesinas, CLOC, Centro de Investigación Popular de México, Amazon Watch que estuvieron presentes en la región. “Estamos inermes” ante la estrategia terrorista comandada por organizaciones empeñadas en sembrar la discordia y el odio entre los colombianos y en acabar con las fuentes legales de trabajo que Urapalma S.A en alianza con pequeños productores y con la financiación del Banco Agrario de Colombia, ha estado en el Bajo Atrato desde hace mas de ocho años”. (…) En la zona corre el insistente rumor que los extranjeros que lideran las invasiones están convocando la presencia de más cómplices para continuar durante el fin de semana la depredación total del cultivo que constituye una alternativa de ingresos para sus habitantes”.

La prensa regional y nacional omitió en decir, creemos deliberadamente, que los trabajadores forzados por paramilitares se vieron obligados a escribir los siguientes letreros amenazantes “Fuera Gringos de Urabá”, “Muerte a gringos”; que las víctimas sin sujetos de derecho, de afirmación y de dignidad, que no requieren ser manipulados para saber, para conocer con certeza que es lo bello y que es lo bueno, que es lo justo y que lo injusto.

Al final, luego de uno, de dos, de tres y hasta en 12 días fueron 40 hectáreas, o más, según los que cuentan, aunque no importa la extensión. No son necesarias esas cifras, porque estas sumas no son parte de la lógica de las víctimas. Otro modo de ser en su conjunto es la epopéyica de la dignificación. No se apuesta por la rentabilidad. La sustentabilidad es la ética. No son las ganancias su propósito, es la restitución en Derecho. La razón no está en lo aparente. Las relaciones geométricas son la lógica de los victimarios que han sembrado la palma en tierras que no son suyas, que se han apropiado de todo o han destruido todo para lavar sus dineros del tráfico de drogas, o sus inversiones manchadas en sangre, en destrucción de la vida natural, en la muerte con balas, en la muerte con hambre y ha llegado el tiempo de la cosecha, el tiempo de un sueño donde el territorio sea posibilidad para la vida propia, para la vida del planeta. Todas las cosas tienen su tiempo.

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Ahora es el tiempo de la espera y de la siembra. De la espera a la respuesta del Estado colombiano, de la espera de la restitución. Mientras tanto en Cetino en la Zona de Biodiversidad; mientras tanto en Caño Claro, en la Zona Humanitaria, mientras tanto en el caserío de Caracolí en el Curvaradó los afrocolombianos y los mestizos siembran. E indígenas y afrocolombianos del Jiguamiandó regresan a su territorio a conservar, a proteger el territorio en el que duerme el cerro “Cara de perro”, ambicionado desde ya por empresas multinacionales para extraer recursos mineros. Porque el planeta es uno solo, porque el territorio es bien de la humanidad, porque lo injusto es injusto aquí y allá. Porque este tiempo de dignificación, es tiempo de memoria, es tiempo de justicia.


Bogotá, D.C. Agosto 12 de 2007
COMISION INTERECLESIAL DE JUSTICIA Y PAZ